Es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. El fraude electoral que “reeligió” a Nicolás Maduro no tiene nombre diferente al de robo descarado, no hay discusión.
Pero aquí tenemos las barbas en remojo: hace 54 años, el 19 de abril de 1970, Colombia se acostó con un presidente elegido y se levantó con otro ganador. Como ocurrió en Venezuela, se ordenó a los medios, desde los ministerios del Interior y de Comunicaciones, un ‘apagón informativo’ que interrumpió la transmisión de datos electorales que a las 8:00 p.m., le daban ventaja por más de 100.000 votos al candidato de la Anapo Gustavo Rojas Pinilla sobre el conservador Misael Pastrana Borrero.
A las 6:00 a.m. del día siguiente, el ganador era Pastrana. Nunca se dio claridad a este episodio del que salió el movimiento M-19 en “honor” a la fecha. Las vueltas que da la historia: quince años después se dio otro apagón informativo cuando el ‘eme’ se tomó a sangre y fuego el Palacio de Justicia y el gobierno de Belisario Betancur ordenó el silencio a los medios y transmitir un partido de fútbol y 52 años después nuestro presidente es un ex miembro de esa guerrilla.
En los últimos 40 años hemos tenido: tres candidatos presidenciales asesinados en un solo año, un presidente (Samper) elegido con dineros del narcotráfico; su sucesor (Pastrana) elegido por las Farc con la promesa incumplida de la paz; dos campañas (Santos y Duque) financiadas presuntamente por multinacionales auspiciantes de la corrupción, léase Odebrecht y ungidas por poderoso expresidente (Uribe) y el actual (Petro), elegido tras un violento paro que él mismo alentó. Nuestros procesos electorales no dan para rasgarse las vestiduras y escandalizarse por lo que sucede en el país vecino, así sea el robo más descarado en la historia reciente de Latinoamérica.
No hemos sido unos ángeles ni nuestro Concejo Nacional Electoral un grupo de oración y si han sido muchas las voces que han pedido terminar con esta entidad cuya labor principal es vigilar los partidos políticos y su financiación pero que paradójicamente es manejada, precisamente, por los vigilados.
El lío venezolano solo lo resuelven los venezolanos, no los expresidentes colombianos, ni la OEA, ni la ONU, ni las redes sociales, únicamente los venezolanos, pero es una advertencia seria de lo que nos puede pasar si nos ponemos a jugar con la Constitución y seguimos caudillismos de uno u otro extremo.