En 1486 Kramer escribió ‘El Martillo de las brujas’ (Malleus Maleficarum) y fue un best seller inmediato. La inventada conspiración de las brujas satánicas se hizo viral (21 ediciones) y generó terror y muerte, montada en la Sagrada Inquisición durante más de 200 años.

En 1867 Marx publicó ‘El Capital’ y fueron Engels y Lenin quienes volvieron viral el concepto de la lucha de clases. Se inventaron un inconciliable mundo dividido entre explotadores y explotados. Stalin y Mao, fieles creyentes, superaron por mucho a las muertes y torturas de la cacería de brujas.

En los últimos dos meses he tenido la fortuna de participar en un congreso científico, dos torneos deportivos, una reunión de empresarios, un concierto, la celebración de las actividades de una fundación y conocer una fábrica.

En todos, he podido apreciar cómo conviven en el mundo real gentes de todas las razas, sexos, condiciones sociales y económicas. Cómo quienes están en labores logísticas, de aseo, de servicio o entretención expresan satisfacción y agradecimiento por tener trabajo digno y bien remunerado. Cómo el trato de quienes tienen más con los que tienen menos es amable, respetuoso y de camaradería. Sí, todos se sienten camaradas viviendo bajo un mismo cielo y buscando objetivos similares: compartir el hecho de estar vivos, sanos con la meta de mejorar cada día aportando al bienestar de sus comunidades.

Por ningún lado pude experimentar la lucha de clases que con tanto fervor y odio pretenden diseminar Petros y similares. En ningún momento pude percibir maltrato, agresión, humillación o resentimiento. Ver el mundo real tan distinto a los horrores que nos pintan me llevó a concluir que el invento de la lucha de clases tiene mucho en común con el de las brujas. La historia falsa se disemina con tanta rapidez y genera tantos adeptos que la expanden y ramifican que se crea una realidad intersubjetiva con una enorme burocracia que la amplifica y la canoniza convirtiéndola en una verdad desgraciada. Los inquisidores modernos justifican sus atropellos, torturas y matanzas en la defensa de la doctrina del proletariado explotado y terminan, como con las brujas, quedándose con todas las riquezas y privilegios.

Si no se observa y aprecia la realidad, es fácil caer en aquelarres fatídicos que amargan la sana convivencia.