El 8 de diciembre será la tercera vez, en ocho siglos, que la Corona de Espinas de Jesucristo entrará a la catedral de Nuestra Señora en París con la inauguración de su formidable reconstrucción. Son muchos los libros y los textos que se han publicado para recordar la historia de esta maravillosa catedral y para mostrar cómo en cinco años, luego del incendio del 15 de abril de 2019, se logró con la colaboración de muchos países y las contribuciones de muchísimas personas e instituciones.
Devolverle toda su grandeza ahora maximizada como fue el deseo del presidente Emmanuel Macron, interpretando así el deseo de la población francesa y de los admiradores de esta joya religiosa, en todas partes del mundo.
Es conveniente recordar no solo cómo los bomberos ayudaron heroicamente a mantener en pie este monumento gótico, sino cómo, prioritariamente, salvaron las reliquias que esta catedral guardaba gracias a las gestiones del rey Luis IX de Francia, quien en 1297 sería canonizado y, desde entonces, es San Luis.
En adelante, esta invaluable iglesia acompañada de un fragmento de madera de la Cruz será objeto de una permanente exhibición que les permitirá a los visitantes acercarse a la más preciada de las reliquias del cristianismo.
En 1237, cuentan los historiadores, el último emperador latino de Constantinopla le ofreció a su primo Luis IX la oportunidad de adquirir la muy preciosa Corona de Espinas que llevó Jesucristo durante la crucifixión. La transacción se hizo en Venecia y la Corona llegó a París el 19 de agosto de 1239. El propio Rey la llevó, exaltado por una multitud entusiasta, a la catedral de Nuestra Señora. Allí se depositó la corona y se celebró una misa. A partir de ese momento, así lo dicen quienes han escrito sobre el tema, París se convirtió en una nueva Tierra Santa.
Dos años después y con el ánimo de contribuir a mejorar las finanzas de Constantinopla el propio rey Luis IX adquirió otras invaluables reliquias como una parte aún mayor de la Cruz, una porción del Santo Sudario y de la lanza con la cual fue herido el cuerpo de Jesucristo y un fragmento de las piedras del Santo Sepulcro. Así se pasó a hablar de París como un nuevo Jerusalén y como un faro de la cristiandad.
Durante la Revolución Francesa, la Corona de Espinas fue conservada en la Biblioteca Nacional y retornó a la catedral gracias al concordato de 1801. Los historiadores recuerdan que por lo menos 70 espinas habían sido distribuidas por el mundo. Una de ellas se colocó en la punta de lo que se denominó ‘la flecha’ que, aterrados, vimos derrumbarse el día del incendio. Ha sido reconstruida en forma idéntica a la que se destruyó y no sé si esta vez guarda una de las espinas.
El tema de estas preciosas reliquias vale la pena de ser recordado en este 8 de diciembre tan inolvidable porque se ha hecho mucho énfasis en el milagro artístico y arquitectónico de la reconstrucción que se logró y de cómo la Catedral luce ahora mucho más bella que antes. Por fortuna, eso es lo que se dice, esta colección sagrada de reliquias estará ahora al alcance de los ojos de los feligreses y de los visitantes de esta espléndida catedral.