En muchas ocasiones, cuando he querido escribir sobre la importancia del rescate de diversos valores, propendiendo por una mejor sociedad, me he dejado tentar por escribir alrededor de reflexiones sobre el actual liderazgo político de nuestro país. En esta ocasión no me dejé seducir por el reciente discurso de nuestro presidente, donde pensábamos que sería alrededor de una propuesta conciliadora para solucionar el paro camionero que recién acaba de terminar, pero su mensaje nos dejó nuevamente desconcertados.
La lealtad es un concepto multidimensional, donde puede tener diversos significados según el contexto en el que se analice. Por ejemplo, la lealtad puede entenderse como compromiso y fidelidad hacia una persona, grupo, empresa, organización o causa, mostrando cohesión en las decisiones que se toman en relación con ellos. También puede interpretarse como confianza en la otra parte, respetando sus valores, necesidades e intereses y actuando de manera honesta en todas nuestras relaciones interpersonales. Podríamos también equiparla con la permanencia en el largo plazo, buscando que las personas o entidades involucradas mantengan su compromiso y apoyo a pesar de las adversidades y estímulos externos.
La lealtad implica un fuerte sentido de pertenencia e identificación, donde las personas se sienten parte de algo más grande que los une, generándose un férreo compromiso individual hacia el logro de un gran objetivo común.
La lealtad es una cualidad que debe darse por sentada en nuestras relaciones y estructuras sociales, hasta que logremos convertirla en una columna fundamental para el bienestar de nuestra sociedad. No la debemos concebir como una adhesión ciega o incondicional, sino como un auténtico compromiso con los valores, las personas y también con nosotros mismos, por lo que requiere de una autoevaluación crítica, propositiva y permanente de nuestras creencias y comportamientos.
La confianza es el adhesivo que mantiene unida una comunidad. La lealtad fortalece la confianza entre los individuos y genera un mayor grado de seguridad. Si estamos convencidos de que podemos contar con otros para actuar con integridad y apoyo, vamos a estar más dispuestos a colaborar y a construir relaciones más sólidas.
Podríamos entonces concluir que la confianza y la lealtad están estrechamente conectadas y son esenciales en cualquier relación. Y podemos también resumir que la confianza es la creencia en la fiabilidad y la honestidad de nuestros semejantes, mientras que la lealtad requiere adicionalmente de un compromiso firme y de un apoyo incondicional hacia nuestros congéneres.
Se comprende el verdadero valor de la lealtad cuando se experimenta la devastación de la traición. En esos momentos de pérdida y desilusión, se evidencia lo fundamental que es la lealtad para forjar relaciones sólidas y duraderas.
Nuestra sociedad clama por un retorno inmediato a los senderos de la lealtad y de la confianza, valores fundamentales en los que se soporta la conexión humana. Es urgente reconstruir puentes y comprometernos genuinamente con el respeto mutuo, demostrando con hechos el poder transformador de la lealtad y de la confianza, para de esta manera lograr una sociedad más fuerte, próspera y viable en el largo plazo.