“¡Si yo fuera taiwanés me preocuparía!”, comentaba un diplomático francés ante la debacle causada por la retirada apresurada y desorganizada de las tropas norteamericanas en Afganistán y el retorno de los Talibán al poder. Durante 20 años de presencia militar en el país, con miles de vidas y billones de dólares invertidos, los Estados Unidos se dan cuenta que han estado arando en el desierto con la vana ilusión de “reconstruir, democratizar y desarrollar” un nuevo país, a su manera.

Pero todo se derrumbó tan pronto anunciaron su retirada. El mundo occidental vive un momento de duelo y de vergüenza duro de digerir y comprender ya que siempre ha contado con el apoyo norteamericano para protegerse de los bárbaros y sostener sus valores democráticos. Pero Estados Unidos ha estado fallando a sus responsabilidades y todos se sienten desamparados. El muy próximo 20 aniversario de los atentados terroristas del 11 de septiembre (2001) será más lúgubre, vergonzoso y humillante que nunca, ¿por qué? Simplemente por culpa de este retiro caótico y apresurado que los analistas militares critican por unanimidad.

Según lo que se dice jugó la cobardía de dos presidentes norteamericanos ávidos de ganar adeptos electorales, a cualquier precio. Primero fue Donald Trump quien en su campaña electoral había prometido tal retiro de sus tropas y quiso cumplir tomando riesgos absurdos y cometiendo errores evidentes -como por ejemplo negociar con los Talibán (en Doha) y confiar en su palabra. Y luego Joe Biden se aferró a este objetivo de retirada para ganar simpatías en las filas de Trump que se reflejarían en votos a favor de su partido demócrata.

Y en todo el proceso nadie aparentemente pensó que se entregaban a verdugos islamistas fanáticos, decididos a retornar a la vida de la Edad Media. Los jóvenes y las mujeres afganos, en general se sienten sacrificados aunque su sufrido país se proyecta como el ‘cementerio de los imperios’, (británicos, rusos, norteamericanos, etc.).

Obviamente surge un nuevo foco de refugiados que ya se esparcen por el mundo y piden ayuda. Y ya llegaron a Colombia. Entretanto volverá sin duda Al Qaeda a Afganistán y se reactivará un terrorismo antioccidental (al estilo del 11 de septiembre contra Estados Unidos) que nos amenazará a todos. El ejército afgano tan costosamente construido por los americanos se descolocó en un par de días y ahora los Talibán pasean triunfantes en sus camiones y tanques en las calles de Kabul. También reaparecen las horribles milicias que van de casa en casa en busca de infieles y pecadoras. ¡La debacle!

Por otro lado, se perfilan grandes maniobras políticas para llenar el vacío que deja Estados Unidos en Afganistán. Rusia y Turquía quieren asegurar una presencia que consideran ‘legitima’ en Asia Central y en varias regiones del territorio afgano. Y China con su política fría y sin escrúpulos querrá apoderarse de las inmensas riquezas minerales estratégicas de Afganistán avaluadas en mil billones de dólares.

China tiene una frontera importante con Afganistán y por lo tanto persigue la ambición de convertir a los afganos a las ventajas y virtudes del comercio para echarle mano a las riquezas petrolíferas y gasíferas afganas por medio de tratados estrictamente financieros y nada demandantes en materia de derechos humanos o ideologías. Con un deliberado laxismo moral, que solo China se puede permitir en su política exterior, sin ser castigada por la opinión internacional.

Cabe recordar que Afganistán es apodado ‘la Arabia Saudita del litio’, indispensable en los vehículos eléctricos y otras tecnologías energéticas, en especial militares.