Las noticias entre Estados Unidos y Colombia son tantas y tan sorpresivas que no hay forma de seguirlas. Entre los titulares en ambos países, es difícil encontrar una estrategia sensata para navegar las aguas. En estos momentos es indispensable tomar aire, separarse de las redes y trazar un camino que permita, si no la normalidad, un espacio para crear una hoja de ruta entre dos aliados naturales.
Donald Trump, que lleva poco más de quince días en el poder, ha demostrado que no tiene contrapeso, ni un equipo que controle sus impulsos y sus trinos. Su plan de expansión global a punta de duras negociaciones apenas empieza. Colombia fue su primer conejillo. Aunque se resolvió, dejó secuelas de nervios y desconfianza en ambos lados. Es indispensable reparar y construir, para mantener a Estados Unidos y sus empresas como socios comerciales, y a su Gobierno y Congreso alineado en temas de seguridad. Ya es suficiente golpe la arbitraria decisión de Trump de acabar con la Usaid y sus valiosos programas en el país.
En este momento, cuando la relación entre presidentes es y promete ser tensa, es la participación de otros interlocutores, tanto para apagar incendios y para trazar un camino de cooperación lo que podrá sostener la relación. Las acciones inmediatas y sostenidas por parte del sector privado, las alcaldías y gobernaciones, el Congreso, la academia y la sociedad civil servirán de testimonio de una alianza histórica con raíces profundas. La relación entre Colombia y Estados Unidos no se ha sostenido solamente por gobiernos afines. Por décadas ha contado con la acción colectiva, desde el Plan Colombia hasta el tratado de libre comercio.
Hoy más que nunca es urgente un esfuerzo colectivo de colombianos para crear lazos con el Gobierno y el Congreso americano, con alcaldes y gobernadores de ciudades y estados afines, con asociaciones de comercio e inversión, Universidades y centros de pensamiento. Hay múltiples voces que podrán ayudar a defender esta alianza, con mensajes que hacen falta en Washington en este momento.
El paisaje bilateral ha cambiado, eso es indiscutible. No estamos acostumbrados de tener presidentes que gobiernan por Twitter, ni es común que Colombia esté en los medios mundiales como un adversario de Estados Unidos. La tormenta perfecta.
Para pensar con calma en una estrategia, es importante entender al personaje que está sentado en la Oficina Oval, y el gigantesco poder que tiene. Donald Trump hoy no tiene límites a su poder. Dentro de su gobierno, a diferencia de su primer mandato, no hay generales ni políticos de peso que le puedan controvertir. Está rodeado de un equipo joven y ambicioso, que no entienden del todo el oficio de gobernar y sirven al presidente, apostando por sus propias carreras. El país cuenta con una economía robusta, un Congreso mayoritario y arrodillado, y una Corte Suprema amiga. Además, en el resto del mundo los rivales están en crisis. Hasta China, su mayor rival, está enfrentando vientos en contra económicos. Europa, la próxima en la fila de los aranceles, no logra un consenso interno y menos de frente a los Estados Unidos. Putin, que esperaba un trato amigable de Trump, tiembla ante amenazas de sanciones. En cuanto a América Latina, el viaje del Secretario Rubio dejó claro que las negociaciones son uno por uno. En el juego de poder, Donald Trump tiene todas las herramientas para ganar, y las armas de los aranceles para lograr uno por uno sus objetivos de expansión Nadie lo para.
El reto para Colombia es enorme, y requiere de un plan de acción inmediata donde varias voces, lideradas por el sector privado, pero con participación de diferentes oficios, busquen acercarse en persona o virtualmente a diferentes espacios en Estados Unidos, no para hablar mal del gobierno, sino para mostrar las oportunidades y los retos, y para subrayar las ventajas de una relación saludable y estable. El camino efectivo pasa por un coro de múltiples voces, compartiendo el mismo mensaje de unidad y disposición para mantener la relación. El precio del silencio es alto y costoso para la inversión, el comercio y la reputación, y representaría un revés en el trabajo conjunto en temas sensibles de inteligencia y seguridad.