Ya en la tercera década del XXI, la mayoría de las fachadas urbanas a lo largo de las calles y avenidas de Cali y alrededor de sus plazas y parques, son feas debido a sus diferencias de alturas y paramentos, las culatas que generan, y la caprichosa irregularidad de sus ritmos y colores. Junto al desorden y precariedad de sus andenes; la proliferación de avisos, propagandas y pintadas; las redes de energía y comunicaciones y los postes que las sostienen; y las grandes vallas aéreas que invaden el paisaje y el cielo. En pocas palabras, y siguiendo la definición de belleza del DLE, en general esta ciudad no complace a la vista y por extensión al espíritu, y tampoco al oído pues es muy ruidosa.

Y continuando con el DEL, ahora respecto al significado de lo feo, debería ser evidente que la gran mayoría de las calles de Cali están desprovistas de belleza y hermosura, o son de aspecto malo o desfavorable, lo que causa desagrado o aversión, constituyendo un desaire manifiesto y hasta grosero a sus habitantes, así muchos de no sean conscientes del mismo, y mucho menos de las implicaciones en sus propias vidas, lo que les impiden ser urbanitas y no meros habitantes. Resumiendo, lo señalado arriba tiene un considerable impacto negativo en la ciudad, tanto en lo económico como en lo social y en últimas en lo cultural, y por consiguiente en la calidad de vida de la mayoría de sus habitantes.

Lo paradójico es que la solución podría ser muy sencilla: una planificación integral de la ciudad a partir de un plan de usos y ocupación del suelo, retrocesos, aislamientos y alturas permitidas, y un control del mismo a tiempo y que no se preste a la corrupción; y que sea simultáneo a un plan vial que incluya la belleza de sus espacios y construcciones, y las visuales que se favorecen con el mismo, considerando que las calles son la esencia de una ciudad y no solo vías para el tránsito de vehículos. Serían dos preplanes a partir de los cuales se pueda hacer un único plan integral de mejora de la ciudad, y para su crecimiento a largo plazo que no dependa de la especulación comercial de la tierra.

Sin embargo, para que dichas soluciones sean posibles, es preciso que los planificadores, urbanistas, paisajistas, arquitectos y diseñadores, encargados de las mismas, tengan una pertinente educación visual que los prepare para pensar, comprender y comunicarse con las imágenes propias del ámbito de las artes visuales, en este caso la pintura y la escultura principalmente. Y en especial, que entiendan que las ciudades deberían ser parte de las artes visuales, o por lo menos ser conscientes de que las incluyen, principiando por la arquitectura, al tiempo que son mucho más complejas, y que, a diferencia de las otras artes, su visión por parte de los habitantes de una ciudad es ineludible.

Es lo que difícilmente pueden percibir muchos alcaldes, concejales y funcionarios, si no se asesoran de estudiosos y conocedores de las ciudades y su arquitectura, que les hagan comprender lo negativo de una ciudad fea. Pero los primeros que tienen que entenderlo son sus electores, lo que es muy difícil en una ciudad que ha crecido tanto y tan rápido, y por lo tanto todo queda en manos de un alcalde excepcional como afortunadamente ha pasado en algunas ciudades. ¿Cuándo entenderán los alcaldes y concejales que mejorar los espacios urbanos públicos de la ciudad, pero también los privados, es lo verdaderamente importante respecto a la ciudad en tanto un artefacto colectivo?