Cómo se ha hecho de difícil sentirnos orgullosos de lo nuestro, de nuestras raíces y de la autenticidad cultural que generan el cruce sociocultural de nuestras vertientes étnicas. ¿A partir de cuándo un arribismo exagerado nos ha ido invadiendo sustituyendo los gustos ancestrales y los placeres adquiridos por años?
¿Recuerdan lo fascinante que era dedicar una canción? Pues amigo lector, hoy eso es ‘guiso’. ¿Usted era de los que pedía jugo de guanábana en leche para acompañar sus alimentos? “Papi, que mañé que te volviste”. A ver, un momento, ¿por qué ser romántico es bajar socialmente? Al contrario, exaltar una composición de Armando Manzanero, Manuel Alejandro, Kike Santander, Cepeda o Santiago Cuz implica un reconocimiento a la creatividad y al buen gusto de nuestros compositores de habla hispana. Y si nos gusta la música andina, peor. “¿Por qué te gusta eso, triste y campesino?”, me preguntan mientras estoy oyendo a Héctor Ochoa o a María Isabel Saavedra, para no ir más atrás y a otras regiones, y llegar al altar de José Barros o Jorge Villamil. Porque el reguetón y otros ritmos urbanos, se volvió lo ‘in’ a pesar de la pobreza de sus letras y la reiteración de sus ritmos. Y como la música, volvamos a los frutos. ¿Avergonzarme del jugo de guanábana en la tierra generosa de las frutas más maravillosas del planeta? Pero no, hay que pedir aguas saborizadas, kombuchas, tés y otras simplezas.
¿Pedir un vino para acompañar un pollo en su jugo? Como eres de mañé. Ah, pero si están en Francia un Sauvignon es el maridaje perfecto para un plato similar. Es montañerísimo aquí pedir mondongo, pero en los viajes a España se deleitan con los callos. Uno de mis mejores amigos, todo lo que pide en el Club Colombia, lo acompaña de tajadas de plátano maduro. ¿Por qué no? ¿Dónde se dice que no va o que no tiene el nivel requerido? Un aguardiente entre nosotros es licor para estratos populares, pero nuestros arribistas cuando están en Europa rematan con un orujo pedido a todo pulmón. Lo mismo hacen allá con el pacharán, pero acá deleitarse con los cocteles a base de Viche se les hace rupestre. Tanto como visitar el Petronio y no saben de lo que se pierden en musicalidad, cultura, alegría y gastronomía.
“Fuiste a ver el alumbrado en el Bulevar?” -”No, hermano, quién se mete en ese guiserío!”, contesta el arribista. No tengo idea de costos y si la contratación fue ortodoxa o no, pero el alumbrado de este año, vale la pena recorrerlo y apreciar la línea temática que hicieron sobre la salsa. ¡No nos perdamos más de lo nuestro!
Y lo más triste es que tras ese arribismo musical, gastronómico, turístico, está un arribismo social que pretende llevar a muchos a unas órbitas equivocadas donde ellos no riman o simplemente sus ingresos no les permite mantenerse en tales escenarios. Como banquero, conocí a muchos que se quebraron en el intento. Pero lo más lamentable es que en esas escaladas se pierden de identificar a los extraordinarios valores humanos que tenemos a nuestro lado, en el trabajo, en los viejos compañeros de colegio o de universidad o con quienes en algún momento compartimos deportes o aficiones.
La felicidad está más cercana de lo que imaginamos, y más aún en un país como Colombia, lleno de oportunidades, de olores, sabores y sobre todo de gente extraordinaria en todos los estratos, donde la alegría, el picante, el sabor y el humor son silvestres y entre más popular sea, generalmente, más divertidos son. Ojalá eso lo entendiera esta onda arribista de nuestras épocas que buscan con obsesión mesas elegantes, chismes conocidos, chistes repetidos y bailes aburridos.