Cali ha sido mi casa durante las últimas dos décadas y media. Desde mi llegada a esta ciudad, he sido testigo de muchos de sus cambios más grandes, como su crecimiento y su progreso. Pero también he visto de cerca los enormes retrocesos que de tantas maneras nos han dolido a quienes tanto queremos esta ciudad, sobre todo en materia de oportunidades, seguridad y movilidad.
Mucho tiempo he pensado en qué es lo que necesita Cali para volver a ser lo que era antes, pero también para enfrentar los enormes desafíos de una ciudad de sus dimensiones, de cara al futuro. La respuesta parte de dos puntos muy sencillos y esenciales: Cali necesita ofrecerles tranquilidad y oportunidades a sus habitantes, y sus gobernantes deben estar preparados y ser decentes. Si se cumplen estos dos elementos, cualquier ciudad del mundo bien puede ser imparable.
Sobre el primer punto, Cali debe priorizar especialmente la agenda de política social para ofrecer a sus habitantes mejores oportunidades en materia de inclusión, educación y acceso al empleo. Para construir una mejor ciudad es inaplazable cerrar las brechas sociales y económicas que todos conocemos, y que son el punto de partida de muchos de los problemas estructurales que afectan a Cali.
Pero eso de ninguna manera significa que deba seguirse descuidando la política de seguridad por la que la ciudad entera clama. Si algo tienen en común, tristemente, todos los habitantes de la ciudad, es la enorme pérdida en materia de calidad de vida en los últimos años por cuenta del miedo y de la amenaza permanente de la inseguridad. Por eso, la ciudad necesita con urgencia un programa de gobierno construido sobre dos columnas vertebrales que bien podrían resolver gran parte de los problemas más graves que afectan a Cali: un ambicioso programa de política social y de seguridad.
También es esencial que la ciudad recupere su identidad, un elemento por el que tanto fue reconocida durante décadas y que tristemente se ha perdido de manera gradual en los años más recientes. Para esto es prioritario que el cuidado del espacio público y de los lugares de interés sea retomado, y que las estrategias de cultura ciudadana reciban un lugar prioritario en la agenda del gobierno entrante.
No es un secreto que Cali pasa por una hora oscura, de pérdida de esperanza entre sus habitantes y de falta de confianza frente a lo público. Por eso, las elecciones locales de este domingo tienen un especial significado en la ciudad: son la ocasión para definir un viraje hacia el futuro de la ciudad que opte por la esperanza y la recuperación, en vez de seguir cayendo en el triste camino de la pérdida de confianza.
Un gran primer paso para recuperar la credibilidad en lo público será elegir un nuevo alcalde que realmente le apueste a trabajar por la ciudad y a defender sus intereses ante la nación. Y muy especialmente, dada la coyuntura actual y los episodios ocurridos en años recientes que han dividido a la ciudad, el nuevo alcalde tiene la tarea primordial de devolver motivos de unidad a una ciudadanía dividida por los debates de la política nacional. No habría mejor forma de volver a unir a los caleños que recuperando su ciudad.
Por eso creo que Alejandro Eder es el alcalde que Cali necesita: es un líder capaz, conoce la ciudad y ha trabajado durante años en temas de política social. Pero sobre todo, creo que es un dirigente con la capacidad de dar buen ejemplo y gestionar con transparencia cada peso del erario.
De todo corazón espero que empiecen mejores tiempos para Cali.
@fernandoposada