Decía Winston Churchill que “muchos miran al empresario como el lobo que hay que abatir, otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar y muy pocos lo miran como el caballo que tira de la carreta”.
El lobo que hay que abatir hace referencia a los incansables esfuerzos del gobierno, quien no pierde la oportunidad para satanizar a los empresarios, haciendo ver con sus populistas comentarios, que quienes hacemos empresa, somos unos opresores y una especie de esclavistas modernos.
La vaca que hay que ordeñar se refiere al Estado, aquel socio mayoritario que tenemos los empresarios, que con su excesiva carga impositiva desestimula el desarrollo económico, el crecimiento del tejido empresarial y la formalización de los negocios.
Y el caballo que tira de la carreta hace alusión a ese invaluable motor que permite que los mercados operen bajo una economía de libre empresa, brindando una retribución justa a los empleados que colocan su mano de obra o conocimientos al servicio de una estructura privada que debe satisfacer a sus propietarios todos los riesgos que esto conlleva.
Una economía no es viable soportada en subsidios del Estado que desmotivan al ser humano a buscar una superación personal basada en su educación, su esfuerzo y sus capacidades; y mucho menos cuando estos subsidios son dirigidos también a presuntos delincuentes.
El trabajo dignifica al hombre y fortalece a la sociedad. Una sociedad progresa cuando está segura de que su esfuerzo es justamente recompensado. Un empresario rico y ético nunca será obstáculo para que el pobre salga de la pobreza. Un gobierno demagogo que se aprovecha de la ingenuidad de una sociedad empobrecida, seguro generará mayores niveles de pobreza.
Los empresarios jugamos ahora más que nunca un papel protagónico para recuperar nuestro país de los falsos ideales que nos quieren vender. Es fundamental fortalecer las empresas, la educación, el acceso al crédito, el emprendimiento, la ciencia y la tecnología, retomando los valores éticos que siempre deben guiar todas nuestras acciones.
Se requiere de una cohesión programática de todos los gremios e instituciones empresariales para generar mayores oportunidades y fuentes de trabajo, las cuales contribuirán también a disminuir los desbordados niveles de inseguridad que hoy padecemos.
Los empresarios también fomentamos la libre competencia, que genera una mayor calidad en los productos y una mejor eficiencia en los servicios, precios más bajos y una mayor variedad de opciones para los consumidores, quienes son los más beneficiados con el libre mercado.
No podemos dejar que nuestro país involucione social, económica y empresarialmente. Tenemos la obligación moral con las nuevas generaciones de recuperar la viabilidad económica y social de nuestro país, que ahora se encuentra en riesgo por causa de unas políticas incoherentes, que seguro solo generarán mayor caos y pobreza.