Visitar museos de arte es una de mis pasiones. Allí es posible aprender de cultura, historia y corrientes artísticas. Sus exhibiciones nos llevan a pensar críticamente y a cuestionar nuestras creencias. Al aprender sobre diferentes formas de expresión humana, desarrollamos mayor empatía y comprensión hacia los demás.

En una reciente visita a España pude recorrer con placer museos y estudiar corrientes artísticas con diversas filosofías, estéticas y temas. Voy a referirme solo al museo del Prado con su colección que nos transporta por distintas épocas y geografías. Una guía especializada nos acompañó con información sobre los creadores, las técnicas, los contextos históricos y detalles que seguramente hubieran pasado desapercibidos.

Allí, las pinturas del Renacimiento nos recuerdan las ideas humanistas, en las que prima la razón humana sobre la fe y el hombre como centro del universo. Nos deleitamos con el Bosco y su ‘Jardín de las Delicias’, obra maestra de figuras fantásticas y simbólicas, precursora del surrealismo. El pecado y lo efímero de los placeres están presentes en sus tres escenarios que representan el paraíso, un mundo terrenal lujurioso y el infierno. Aunque en muchos aspectos es una obra incomprensible, no deja de ser alucinante.

El ‘Autorretrato’ del alemán Alberto Durero impacta porque el pintor quiso mostrarse con elegancia, pretendiendo ser algo más que un simple artesano. El italiano Rafael muestra en ‘El Cardenal’ a un personaje joven retratado con intensidad, de traje rojo resaltado por el fondo oscuro, sin adornos, en una composición armónica y vibrante. Fra Angelico, que valoraba más lo espiritual y el color, se apartó del realismo en el espacio y en la anatomía humana, su obra ‘La Anunciación’ impacta por los detalles de personajes presentados como seres superiores.

Del Barroco, Rubens y sus ‘Tres Gracias’ nos recuerda sensuales cuerpos de mujeres, muy apreciados por aquella época en los palacios de Europa. Especialmente hipnótico resulta el “David, vencedor de Goliat” de Caravaggio, artista que con el claroscuro distribuye luces y sombras que se oponen y se complementan. Velázquez muestra en “Las Meninas” el ambiente familiar de la realeza en tres planos: en el primero la infanta Margarita y las meninas, que eran damas nobles que servían a las princesas, al lado de bufones y un mastín; en el segundo al pintor Velázquez y los guardadamas que contrastan lo intelectual y lo superficial; y en el último, los reyes que parecen inadvertidos, pero que dan profundidad a la obra.

Después de la Revolución francesa apareció el realismo que enfatiza en el mundo real y lo cotidiano, dejando de lado el idealismo y la imaginación. Así ocurre en ‘La rendición de Breda’ de Diego Velázquez, que da cuenta de la caída de esta ciudad holandesa ante el ejército de Flandes en 1625, y en ‘El 3 de mayo de 1808′ de Francisco de Goya, que inmortaliza la ejecución de los insurgentes españoles por las tropas napoleónicas.

Pese a que el Museo del Prado no tiene obras impresionistas destacadas, ‘El Jardín de la casa de Sorolla’ de Joaquín Sorolla refleja este período lleno de color y de luz. Luego pasamos al cubismo que replanteó las formas, el espacio y la perspectiva. Picasso y Braque fueron sus precursores. El Prado ha tenido exposiciones temporales como ‘Picasso, el Greco y el cubismo analítico’, que abordó influencias que marcaron a esta escuela estética y sus obras con carácter psicológico en las que el observador reconstruye en su mente la imagen para comprenderla en su totalidad.

Del surrealismo que surge como respuesta a la Primera Guerra Mundial, destaco la pintura más sombría ‘Caracol, mujer, flor, estrella’ con sus símbolos sexuales femeninos y una mano fragmentada. Su autor, Joan Miró, desarrolló su retentiva y el dominio de sus manos desde que estudió en una escuela donde se dibujaba con los ojos vendados.

Lo interesante de la visita fue volver a comprobar que los museos regalan experiencias que alimentan la curiosidad, sensibilidad e interés sobre la diversidad de la creación humana y las culturas. Los museos enriquecen nuestras vidas y ayudan a construir sociedades más inclusivas y respetuosas. ¡Larga vida a los museos!