Colombia es un país que requiere como ninguno de un transporte aéreo eficiente y de bajo costo. La mayoría de las carreteras son de bajas especificaciones y por lo general se encuentran en mal estado de conservación; la topografía de nuestro país, atravesado por tres cordilleras, hace que las distancias sean mayores y que las afectaciones por derrumbes estén a la orden del día; y como si fuera poco, los peajes son costosos y tortuosos, la señalización escasa, la iluminación casi inexistente y muchas vías no tienen ninguna clase de apoyo a los viajeros. A todo esto es necesario sumar que no tenemos transporte de pasajeros por ferrocarril y lo que existe en el renglón fluvial es absolutamente irrisorio.

En estas condiciones, todo el que requiere un desplazamiento rápido, necesariamente tiene que acudir al avión, en donde se va a encontrar con unas tarifas cada vez más costosas que, al tratarse de un viaje familiar, será imposible como opción de transporte.

Y todo se ha agravado con la crisis que presentaron algunas aerolíneas, en donde no fue posible encontrar a tiempo fórmulas salvadoras, lo que llevó a que las dos principales operadoras, llamadas de bajo costo: Viva y Ultra Air, salieran del mercado dejando un enorme hueco que han provechado las demás aerolíneas, al incrementarse la demanda en medio de la reducción apreciable de la oferta.

En estos momentos se registra una caída del 11,6% en la movilización de pasajeros por vía aérea. Esto, sumado a los altos costos, ha hecho que muchas regiones turísticas no registren los volúmenes tradicionales de ocupación hotelera y que todo lo que se mueve alrededor de esa industria sufra menguas, que producen una seria preocupación.

Valdría la pena pensar en una capacidad de respuesta mayor para este sector y todo apunta que la política de cielos abiertos funcione con propiedad en este caso, pues el incremento de la oferta es lo que hace que existan más canales disponibles y las condiciones del mercado se normalicen, pues el precio tendrá que estar acorde con las mayores oportunidades.

Por otro lado, la reducción de rutas ha hecho que las aerolíneas se aprovechen del pasajero, a quien no le ofrecen ni una botella de agua durante el viaje, y tampoco le dan la oportunidad de cambiar un itinerario, a no ser que haya pagado una tarifa bien alta por su tiquete.

Una labor eficiente de la Aeronáutica Civil tiene que apuntar a crear las condiciones para una sana competencia, con la presencia del mayor número de competidores posibles, para que no haya ninguna clase de aprovechamiento dentro de un mercado limitado, como es el que en estos momentos tenemos.