Cuando Donald J. Trump inició tareas como el 45 presidente de los Estados Unidos de América, el 20 de enero de 2017, una de sus primeras acciones fue la de firmar la orden ejecutiva para levantar un muro en la frontera con México, el mismo que, así lo aseguró, sería pagado por los mexicanos.

Ante la victoria absoluta de Trump el pasado martes, perdedoras son también las firmas de encuestas y algunos medios que inflaron la imagen de Kamala Harris, -las encuestas son favorables al que paga- mujer valiosa que contó apenas con 10 meses para enfrentarse a un Trump en campaña desde el mismo día en que perdió con Biden.

El muro quedó inconcluso y hoy, siete años después, Trump gana las elecciones con un discurso donde, independientemente de la recuperación económica, atacó duro la inmigración ilegal, la frontera porosa por donde, en su concepto, han ingresado miles de criminales de las cárceles venezolanas y otras naciones del sur.

Ese discurso, persistente, le acaba de dar la victoria. Trump metió miedo además con unos supuestos inmigrantes haitianos que perseguían los gatos para estofarlos. Para cualquier estadounidense, estas mascotas, como los perros, son sagrados.

Un día antes de su posesión, en 2017, fue extraditado a Estados Unidos el mayor capo de la droga mexicana, el ‘Chapo’ Guzmán.

Hoy, Trump asegura que aumentará el monto de los aranceles para los productos chinos, y hará algo similar con México, si esta nación no se compromete a respetar la frontera. Ayer, la presidente mexicana, Claudia Sheinbaum, aseguró que las relaciones con Estados Unidos siempre han sido cordiales, y que debe recordarse que su nación ‘es independiente’.

Trump entiende que una toma de posición frente a América Latina y el Caribe, empieza por México, sus vecinos, con quienes al parecer existe una guerra perenne, desde los días en que Stephen Austin decidió en compañía de más de 300 familias asentarse en el área de Texas, la misma que los mexicanos abrieron a Estados Unidos con la esperanza de captar inversión y empleo. Los norteamericanos aceptaron estas tierras para sembrarlas, pero luego, cuando sus hijos nacieron ahí, se encantaron con el clima y la feracidad de la tierra y dijeron “We took Texas”. El nombre de Austin sirvió para nombrar la capital del Estado.

Hipotéticamente, el muro medirá 1.600 kilómetros y tendrá 12 metros de altura, -la frontera total mide 3.200 kilómetros, pero muchas partes están resguardadas por vallas naturales- las mismas que no son inexpugnables para los nativos del desierto que se habilitan como coyotes. Muchos mexicanos van y vienen de Estados Unidos, sin usar aeropuertos. En el 2017, Trump dijo que deportaría a 3 millones de delincuentes en los primeros días de su gobierno; hoy, la promesa subió siete millones, pues asegura que “diez millones de indeseables serán devueltos a casa”.

Quienes pasaron corriendo a Estados Unidos por el desierto de Arizona o por Tijuana, se enfrentan hoy a una realidad trágica. Los inmigrantes que no tienen papeles, no pueden abrir cuentas bancarias ni rentar casas. Tampoco sus hijos tienen acceso a la educación pública o a las becas de las universidades. Un ‘ilegal’ paga siempre en efectivo y buena parte de su dinero lo envía a su familia en Suramérica.

“Si vamos a aplicar fielmente aquello de ojo por ojo, un día todos seremos ciegos”, dijo el Mahatma Gandhi, y por estos días se encienden muchas dudas en las ciudades estadounidenses por lo utópico de aquella deportación.

¿En qué momento se perdió el diálogo entre civilizaciones para dar paso a esta Tercera Guerra Mundial, no declarada?

Ante la invasión árabe-africana y suramericana a Europa –”moros, más moros por aquí”- diría un manchego, el Viejo Continente y Estados Unidos, parecen responder con otra consigna: “Muros, más muros…” Diariamente, llegan a la costa italiana de Lampedusa barcazas con inmigrantes hambreados del continente africano. Giorgia Meloni clama para que las cargas sean distribuidas en la UE y no sea Italia sola la que asuma este drama humano.

El asesinato de una niña en Inglaterra encendió recientemente el odio al inmigrante y por Europa se riega como verdolaga el pensamiento de ultraderecha, en Italia, en Alemania.

Con Trump, la resurrección de la economía estadounidense está asegurada. No así su ‘histórica’ deportación, la misma que equivale a vaciar una ciudad del tamaño de Nueva York y pueblos circunvecinos.

En lo que respecta a las naciones en guerra, Trump dice que puede terminar con una conflagración en un solo día, con una llamada telefónica. Ojalá pueda ser un interlocutor válido para pacificar el mundo.