Ocasionalmente en las relaciones familiares se presentan reclamos incomprensibles, explosiones emocionales, exabruptos airados, absurdos o agresivos por los asuntos más triviales. El origen de estos reclamos es variado, pero con frecuencia está basado en memorias secretas, distorsionadas, enquistadas por el paso del tiempo, que se han negado o que no se han podido ventilar adecuadamente.
Estos reclamos, que pueden ser absurdos o exagerados en apariencia, tienen su origen en aspectos inconfesables afincados en la niñez, la adolescencia o la etapa adulta joven que nunca se discutieron apropiadamente. Casi siempre están relacionados con traumas, abusos, abandonos, desafectos o descuidos graves a manos de quienes en su momento fueron los adultos más cercanos. Pero también los traumas pueden tener su origen en patologías personales que se consideran indecorosas y de las que no se habla. A veces se suman las dos causas.
Son fantasmas que permanecen ocultos por períodos muy largos por el temor de confrontarlos o porque no se sabe cómo manejarlos, o porque se piensa que su revelación va a resultar en algo desagradable, o simplemente porque destaparlos va en contravía de la tranquilidad, o sea del estatus quo que no se quiere alterar. Así escondidos estos fantasmas, o secretos inconfesables no desaparecen, no mueren, ni se “olvidan” y pueden convertirse en monstruos agazapados, engordados por el silencio, en espera del momento de atacar. Permanecen ocultos, sí, pero taladran el alma de manera imperceptible, generan resentimiento, hacen mucho daño y salen a relucir en los momentos más inesperados.
La negación, ese primitivo mecanismo de defensa del YO, se encarga de insistirle a su víctima que lo mejor es mantener el silencio: “Ignora lo ocurrido. No vale la pena revolcar viejos avisperos. Calla. Eso realmente no ocurrió.”
Los secretos inconfesables que no se confrontan crecen y abruman a sus víctimas por años, décadas, a veces por toda la vida. Las rabias profundas que alimentan dan origen a síntomas variados que se convierten en trastornos médicos crónicos, afecciones psicosomáticas recurrentes, angustia, sensación de desasosiego permanente, depresión, insomnio, entre muchos otros. Estas personas van por la vida dominadas por la culpa, se la pasan “reparando” daños que no han hecho, sintiéndose siempre en falta y eternamente en deuda con los unos y los otros.
Lo recomendable al respecto de todos los “guardados”, una vez que se ha superado la negación, incluye aclarar el origen de la rabia, dar el tiempo necesario para entender las razones del secreto, abrir el tema a discusión con alguien de confianza y facilitar el desahogo.
La aclaración definitiva de los “guardados” requiere: valor para mirar la realidad de frente y exponer la propia debilidad, nobleza para aceptar la responsabilidad en la perpetuación del secreto y generosidad para conceder la razón sin condicionamientos.
Solo cuando se dan estas condiciones, se produce la reparación y se logra la liberación definitiva.