Estamos hartos de que nos atiendan mal. La pésima atención a que somos sometidos por quienes deberían cumplir con su deber y prestar un buen servicio a los clientes se volvió una pésima costumbre que es necesario erradicar.

Ejemplos hay muchos y les ruego a mis lectores que me envíen casos en los que han sido tratados casi que a las patadas (al correo de mariofernandopiano@gmail.com) y por aquí mismo publicaremos la mayor cantidad de casos, ojalá con pelos y señales.

Hoy fui a la otrora bomba de Esso de la portada al mar y quise verificar el aire para las llantas de mi pichi y primero no había quien atendiera y segundo, no tenían calibrador.

Pregunte al bombero por esa falta de atención y se limitó a decir que el calibrador lo tenía el patrón bajo llave.

Antier estuve en la terraza de un conocido club social y qué problema para que acudiera un mesero(a). Dicen que es mala educación llamarles como si se estuviera aplaudiendo, pero no hubo de otra. Como ninguno reaccionó, hube de levantarme para hacer el pedido porque estaban viendo un partido y tenían dos televisores que estaban encendidos solo para ellos.

Fui a un almacén de artículos de construcción y para el hogar cerca de la Avenida Sexta a comprar unas luces: de nuevo no había quién escuchara una consulta y cuando hasta que por fin apareció un vendedor me dijo que la persona encargada no estaba y que él no podía darme esa información.

Y así, todos los días padecemos del mal servicio y ni hablar de los tales contact center en que cuando contestan lo hace una mucharejita que está en Cafarnaúm y a duras penas habla español y uno termina viendo no, oyendo un chispero.

A un vecino que pagaba 200 mil pesos promedio de energía le llegó una cuenta por 700 mil. Su reclamo le fue negado y procedió -como lo contempla la ley- a pedir una nueva revisión. Nada le contestaron y le llegó de nuevo esa misma cuenta para pago inmediato. ¿A eso se le puede llamar buen servicio o al menos servicio, que no chantaje porque o paga ya, de inmediato, o lo dejan a oscuras?

Igual sucede en algunos almacenes en los que una vendedora con cara de bostezo se digna ‘atender’ mientras habla por el celu y se mira las uñas decoradas con corazoncitos y fresas y no tiene ni idea dónde está parada pero sí en qué está parada (el que entendió, entendió), para no hablar de esos cernícalos inmamables que te quieren meter por las fauces nasales un pachuli que tienen encañengado. Me perdonan, pero eso también es mal servicio.

No pasemos por alto quienes tienen a su cargo las solicitudes de la Tv por cable. Primero se demoran una eternidad en contestar, luego te piden hasta los resultados de tus últimos exámenes de próstata y después te dejan esperando horas con ese sonsonete “su llamada es muy importante (!) para nosotros” acompañado de una musiquita exasperante. Ya cuando un ser humano te atiende, ni te acuerdas para qué diablos fue que llamaste.

Hay mal servicio en casi todo por esa condición displicente que nos caracteriza, muy distante y me perdonan, a lo acomedidos que son los y las paisas. Qué diferencia. Provoca comprarles hasta una loca preñada.

Si no cambiamos esa actitud importaculista y seguimos con el mal servicio, ahí sí que nos vamos derecho al despeñadero y no habrá barranco que nos ataje.