En un reciente artículo para International Security, Michael Beckley señala cómo ha sido el proceso típico de los países que se han convertido en potencias mundiales, el cual coincide con exactitud con la ruta que China ha seguido para consolidarse como una.

Entre 1990 y 2024, según datos del Center for Strategic and International Studies el PIB de China ha crecido en promedio 9%, alcanzando un pico de 14% en 1992, 1993 y 2007. Este incremento ha sido mayor al de sus pares. Sin embargo, desde el 2020, el crecimiento económico chino se ha desacelerado. Entre el 2020-2024 este ha sido de 4,6%, con un pico en 2021 de 8,4% y un piso de 2,2% en 2020 y 3% en 2023.

En los últimos 150 años, continúa Beckley, cuando la economía de las potencias en ascenso se desacelera, estas han reaccionado así: en primer lugar, buscan la expansión mercantilista. En otras palabras, aprovechan el poder estatal para influir en más esferas económicas regionales y globales, consolidando esferas de influencia, y promover la demanda de sus exportaciones, mientras restringen la participación de otros países en sus mercados domésticos.

Adicionalmente, procuran acceso a minerales o recursos estratégicos fuera y dentro de sus países que permitan acelerar su crecimiento económico. A la par desarrollan su fuerza militar para proyectar su capacidad bélica en ciertas rutas comerciales, como está sucediendo en el mar del sur de China.

El estudio de Beckley demuestra, además, que los países que estaban estancándose económicamente y que buscaron expandirse de manera mercantilista fueron autocracias y que estaban siendo víctimas de la presión proteccionista internacional.

En cambio, aquellas potencias en ascenso con estructuras institucionales democráticas o que tenían acceso a los mercados internacionales, tuvieron una menor expansión mercantil y mezclaron varias medidas y estrategias de mercado. Sin embargo, el principal hallazgo del estudio es que las potencias ascendentes que pierden su dinamismo económico, buscan primero la expansión mercantilista, antes que la guerra y la expansión por la fuerza de su zona de influencia.

Esto es importante por varias razones. Primero, cuestiona la teoría académica sobre las potencias en ascenso que aseguraba que la rivalidad chino-estadounidense sería una “maratón de 100 años”, donde ambas partes tendrían décadas para acumular recursos y formar coaliciones.

No obstante, el enfoque de Beckley afirma que la competencia será más como un sprint en la década del 2020, pues China ya tiene los recursos para quebrantar el orden mundial existente, pero su desaceleración económica le está limitando su capacidad de acción a largo plazo.

Además, el hecho de que China está gobernada por un régimen autocrático, por no decir dictatorial, que está sufriendo las presiones proteccionistas a nivel mundial, la convierte en la principal candidata para detonar una reacción bélica mundial en el corto plazo buscando lograr sus objetivos geopolíticos y geoeconómicos.

Por consiguiente, aunque Estados Unidos debe implementar una estrategia a largo plazo para manejar su relación con China, necesita también una estrategia de corto plazo para lidiar con una posible agresión de China al sistema internacional en esta década.

Solo el tiempo dirá si Estados Unidos logrará combinar ambas velocidades, el de una maratón y el de un sprint, para hacer contrapeso al ascenso de China y la posibilidad de que desde Pekín se anime una confrontación mundial, o si veremos un escenario de confrontación bélica entre una potencia ascendente y una descen