El último libro de Carlos Climent, ‘Asuma la gerencia de su vida’, se mete nuevamente con las crudas verdades del comportamiento de los seres humanos en la sociedad. Arranca con la crianza o la malcrianza de los hijos y sigue con otro problema cada día más generalizado, los matrimonios fallidos y por último el de la vejez, que ojalá pudiera llamarse el apacible reposo de los años maduros.

Climent empieza con un tema recurrente en sus reflexiones: los malcriados, esos niños que toca padecer en aviones, salas de espera, restaurantes y muchos lugares públicos que cuando crecen se transforman en unos sujetos indeseables, unos verdaderos incordios sociales. Las alarmas que prende Climent no solo en éste sino en su anterior publicación, ‘La locura lúcida’, son más que válidas y el libro contribuye a atenuar comportamientos erráticos de los padres.

La generación anterior se guío por los buenos consejos del doctor Benjamin Spock, un pediatra norteamericano que logró hacer del sentido común una guía pedagógica que apareció en 1946 y que llegó a vender 50 millones de copias. Eran otros tiempos. El de una posguerra austera en contraste con el mundo del confort, atropellado por la sociedad de consumo de las décadas posteriores en el que los baby boomers y los nacidos en los años 60 y 70 pasan a ser los nuevos padres.  Buena parte de ellos, papás de millennials a quienes deben acompañar en la batalla diaria, las encrucijadas permanentes en un mundo confuso, difícil de descifrar.

Precisamente de esos dolores de cabeza de padres e hijos, de malestares y desazones que han llegado a su consulta, se nutrió el psiquiatra Carlos Climent para producir este último libro con el que completa una interesante trilogía: ‘Los tiranos del alma’, ‘La locura lúcida’ (mi preferido) y ahora ‘Asuma la gerencia de su vida’. Los tres apuntan a lo mismo: a contribuir a comprender el comportamiento individual dentro de la sociedad contemporánea en la búsqueda de una armonía que enfrente la amenaza de la disfuncionalidad permanente que permita avanzar hacia unas vidas más plenas, una convivencia más grata y un mejor medio colectivo: en fin, una sociedad más amable y que progrese en beneficio de todos. El origen está en cada núcleo familiar en el que se forman los malcriados. Allí se gestan las patologías posteriores que no solo conducen a la infelicidad individual sino que acarrea nefastas consecuencias sociales. Semillero de tramposos, pícaros, mentirosos, faltones, atenidos y corruptos, pero también, y es lo maravilloso, cuna de las buenas personas.

Climent se le mide a esa catástrofe emocional que significa la separación en la que termina el 50 % de los matrimonios; los tropezones en la escogencia de pareja y la posterior construcción de la convivencia, cimentada tantas veces en los miedos. Concluye con el epílogo vital, el inevitable envejecimiento con sus harteras frente al que pocos llegan preparados.

Climent, con su habilidad para ponerle la lupa al alma, un ejercicio de toda una vida, describe situaciones humanas con las que todos nos identificamos, conflictivas o dolorosas, pero a las que busca siempre darles salida a condición, eso sí, de encarar la verdad, que a veces incomoda tanto, como única posibilidad de lograr transformaciones de fondo. Liberadoras.

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