En este espacio escribí una columna titulada ‘El laberinto de la marihuana’ (mayo 18 de 2017), en el cual alertaba sobre la legislación de la marihuana medicinal que necesariamente abriría las puertas a la marihuana recreacional. Insistí en ese momento que tal determinación llevaría inexorablemente al aumento de su uso, con graves consecuencias sobre las poblaciones de alto riesgo. También recordé que la marihuana, la droga ilícita más utilizada a nivel nacional y probablemente global, es una droga potente que genera un acostumbramiento físico y psicológico y que como otras patologías tiende a ensañarse en aquellos que tienen una predisposición genética a las adicciones.

Las consecuencias a mediano y largo plazo, pueden ser desastrosas: pérdida de los intereses vitales, desmotivación, deterioro general, estancamiento, desvinculación de nexos constructivos, mediocridad académica y laboral y una evasividad que va llevando al adicto a escurrirse hacia niveles de muy bajo desempeño.

La marihuana tiene algunos beneficios médicos. Por ejemplo, ayuda con algunas formas de epilepsia, alivia el dolor en las enfermedades terminales y atenúa la náusea post quimioterapia. Pero el salto a la comercialización para su uso recreativo puede tener graves consecuencias. La despenalización es necesaria, entre otras razones, porque podría ayudar a disminuir las ganancias y el poder de la mafia. Pero habrá que estudiar otras posibles medidas que permitan que el remedio no sea peor que la enfermedad.

Las familias que tienen que vivir la desgracia de un hijo a quien la marihuana le arruinó su voluntad y quienes hemos tenido que lidiar, como profesionales, con la tragedia de tantas víctimas de la adicción física y psicológica causada por esta droga, sabemos las implicaciones destructivas de su abuso. Si bien una proporción importante de los jóvenes que empiezan a fumarla desde muy temprano en la adolescencia la dejan después de un tiempo de experimentación, hay un porcentaje muy significativo de usuarios que quedan enganchados, probablemente para el resto de sus vidas. Consumir marihuana diariamente durante períodos prolongados puede acelerar el deterioro físico, académico, económico, emocional, social, y mental de una persona. El adicto crónico se las arregla para hacer lo menos posible y puede pasar desapercibido porque se vuelve un mago del fingimiento. Además, lleva una vida marginal y se relaciona bien con otros adictos.

Celebro la posición erguida y tajante de las asociaciones médicas encabezada por la Sociedad Colombiana de Pediatría que solicita a los legisladores colombianos proteger a la población del uso recreativo del cannabis. Todas las opiniones recuerdan las implicaciones negativas que puede generar el uso de la marihuana a nivel cognitivo, físico y mental en el largo plazo. Y solicitan garantizar la protección de los derechos de todos los seres humanos, en especial los jóvenes, para quienes el consumo de esta potente droga puede cambiar tan destructivamente el rumbo de sus vidas.