Los gobiernos colombianos, especialmente desde la entrada en vigencia de la Constitución del 86, fallaron a la hora de entender la magnitud del proyecto del Canal de Panamá, y la clase política y militar estaba más concentrada en las tres guerras civiles que se pelearon entre 1885 y 1902. En aquel entonces, se competía con Nicaragua cuál país podía construir más rápidamente esta ruta que cambiaría para siempre la comunicación, el comercio y la migración humana en el mundo.
En 1878 se había reunido una comisión de ingenieros, entre ellos Eiffel y Lesseps, y habían concluido que luego de la construcción del Canal del Suez era hora de trabajar en el mayor reto en la historia universal de la ingeniería: conectar el Atlántico con el Pacífico. Colombia tenía la mayor oportunidad de su historia en materia de comercio y desarrollo, pero en medio de las guerras y la inestabilidad política, pocos parecieron entender la urgencia del momento.
El gobierno del presidente Marroquín alcanzó un acuerdo importante para la construcción del Canal con EE. UU.: el Tratado Herrán-Hay, firmado en enero de 1903. De alguna manera, era el ultimatúm del recién posesionado presidente Roosevelt de construir el Canal respetando al gobierno colombiano, antes de jugar la muy cuestionable carta de motivar la independencia de Panamá. Sin embargo, el tratado fue rechazado por la línea de conservadores de Miguel Antonio Caro, quienes consideraban a Marroquín un traidor de su partido.
En un hotel de Nueva York se reunieron delegados del gobierno y el sector privado de EE. UU., y líderes políticos de Panamá. Su conclusión fue que si esperaban a que los líderes políticos colombianos se pusieran de acuerdo, la oportunidad se perdería. Fue así que por cuarta vez –y de manera definitiva–, Panamá le declaró su independencia a Colombia. Estados Unidos apoyó de manera clave esta proclamación y jugó un rol crucial en la defensa militar del territorio panameño.
El gobierno colombiano no se quedó de brazos cruzados y convocó de inmediato un ejército de 100 mil voluntarios para recuperar Panamá, liderado por el general Rafael Reyes. Antes de acercarse a Panamá y notar los disparos de EE. UU. que advertían su apoyo a la independencia panameña, Reyes le envió un telegrama a Marroquín que advirtió: “Debe evitarse todo conflicto armado con americanos, no ocupar territorio Panamá. Reuniranse aguas Panamá 40 vapores guerra. Búscase ocasión llevar guerra, Medellín, Bogotá. Situación pésima”. El gobierno entendió que irse a una guerra con Estados Unidos sería el peor escenario.
Fue así como Colombia perdió a Panamá, tras un proceso de más de 50 años de inestabilidad política, tratados e intentos fallidos para llevar a cabo la construcción del Canal y ante la conclusión de que los gobiernos habían fallado a la hora de comprender su importancia. Ese inicio del Siglo XX en Colombia fue vivido de la manera más devastadora posible: la guerra acabó con la vida de entre 39 y 100 mil personas, la economía alcanzó una hiperinflación inédita, la sociedad estaba más dividida que nunca y el país perdió un importantísimo territorio, así como la oportunidad histórica de construir ese proyecto en su suelo.
Tras las declaraciones recientes del presidente Petro, hay que aclararle que la construcción del Castillo Marroquín fue iniciada en 1898 por Lorenzo, hijo del presidente y famoso escritor, 5 años antes de la pérdida de Panamá. El tratado Urrutia-Thomson, que indemnizó a Colombia por la pérdida de Panamá, fue ratificado por el Congreso de EE. UU. en 1922. Para aquel entonces, Marroquín llevaba 14 años muerto.