El presidente Gustavo Petro ha demostrado una vez más su desinterés por los niños. No contento con nombrar a Concha Baracaldo al inicio de su gobierno en el Icbf, su vecina sin conocimientos sobre infancia y adolescencia, cuyo único legado fue obligar a un auditorio de funcionarios a cantar el Himno de la Alegría, esta semana le dio nuevamente la espalda a la infancia y adolescencia al designar a Daniel Rojas como ministro de Educación. Dicho funcionario es más conocido por insultar con palabras soeces a quienes piensan diferente a él que por su conocimiento en educación.

Resulta paradójico que, en un momento en que el Gobierno Nacional supuestamente proclama estar buscando la unidad nacional, este nombramiento haya conseguido unir en su contra a numerosas voces expertas de todas las corrientes políticas, la sociedad civil, la academia y otros sectores.

Como bien dijo uno de los educadores más importante del país, Julián de Zubiria: “Daniel Rojas no tiene el perfil, los conocimientos, la formación, ni la experiencia para ser ministro de Educación. La decisión de nombrarlo evidencia la poca importancia que el gobierno concede a la educación y termina siendo un insulto a los educadores del país. ¡Mayúscula equivocación!”.

El gobierno rápidamente se victimizó, recurriendo a su argumento favorito cuando es criticado por sus acciones. Intentaron desacreditar los reclamos acusando a sus opositores de ser clasistas y de rechazar el éxito de alguien del sector popular, insinuando que enfrentan una inquisición por no pertenecer a la oligarquía.

Es evidente que los verdaderos clasistas y discriminadores son ellos mismos. Cada vez que reciben opiniones en contra, recurren al argumento de la clase social o del color de piel, como lo hicieron con la vicepresidenta, desviando la atención de las críticas legítimas sobre su gestión deficiente. Este patrón se repite con el nuevo ministro, cuya falta de preparación y su historial de descalificaciones públicas hacia quienes discrepan de él, así como su admiración por el criminal Stalin, son motivo de preocupación. Estoy segura de que la gran mayoría de los críticos ni siquiera sabían cuál era su origen.

Más grave aún, y sumado a este conjunto de evidencias, parece que este ministro no llegó con la intención de cumplir las recomendaciones específicas hechas por Edna Bonilla, ex secretaria de educación de Bogotá, en una misiva que enfatizaba la urgencia de fortalecer la calidad educativa, diversificar la financiación, cerrar brechas y mejorar las condiciones de formación docente y pertinencia educativa. Más bien, su nombramiento parece alinearse con el proceso de milicianización impulsado por Petro y sus seguidores, orientado a incitar a los estudiantes a respaldar la constituyente, que parece tener como objetivo incluir el famoso ‘articulito’ de la reelección criticado por Petro en la era de Uribe. Esto suscita serias dudas sobre las verdaderas intenciones detrás de su designación, especialmente tras haberle pedido la renuncia a la ministra anterior por seguir los procedimientos normativos en la elección del rector de la Universidad Nacional, un aspecto que Petro parece ignorar repetidamente sin que haya consecuencias visibles. ¡Advertidos estábamos!

Pero el desprecio de Petro por los niños no termina aquí. Su falta de respuesta ante los 159 casos de reclutamiento reportados en el Cauca en el primer semestre, revelados por la Defensoría del Pueblo, es alarmante, especialmente tras el reciente reclutamiento masivo de 36 menores en Suárez, Cauca, donde dos de ellos fueron asesinados por disidencias de las Farc al intentar escapar. La defensa de los derechos de los niños solo les importa cuando respalda su ideología radical de extrema izquierda.

Presidente Petro, ¿acaso estos niños, por no ser de Gaza, no tienen derecho a vivir y a disfrutar de su infancia?

Adenda: Fue inaudito el acto de patanería y humillación por parte de Gustavo Petro hacia las Fuerzas Armadas al recibir sentado al nuevo jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Militares, el general Hugo López. Qué vergüenza y qué falta de respeto su gesto narcisista. Parece que, para Petro, las formas no importan, cuando muchas veces lo son todo. Cada vez que puede, deja al descubierto que su alma de subversivo sigue intacta.