El futuro de la humanidad está estrechamente ligado a las ciudades, ya sea respecto a las amenazas que se ciernen sobre el mundo, como el cambio climático o una guerra con armas atómicas, o, por lo contrario, respecto a las posibilidades que en ellas puede haber para una mejor vida para más gente. Desde hace miles de años las ciudades y la civilización de los seres humanos van de la mano, las que, con la lengua, son hasta inicios del Siglo XXI su mayor creación; y cada vez hay más personas que, ineludiblemente, viven ciudades y de ahí que urge que su importancia sea cada vez mayor.
Es por eso necesario insistir en pensar en ciudades que sean más seguras y limpias, funcionales y flexibles, confortables y económicas, y agradables y emocionantes, pero muy pocos sus dirigentes, públicos o privados, entienden a fondo la importancia de que su urbanismo, paisajismo, arquitectura, diseño y construcción sean interrelacionados en su planificación final, junto con la propiedad pública o privada o a expropiar del suelo a ocupar, y que dicha planificación lo sea a largo plazo pero que pueda ser revisada periódicamente para introducir los cambios pertinentes.
Logrando así ciudades que sean mucho más seguras ante sismos, huracanes, vendavales, inundaciones e incendios; y, por supuesto, ante la delincuencia común, asonadas y vandalismo; pero también mejorando el uso cotidiano de los diferentes servicios que ofrecen y en los distintos edificios en que estos se llevan a cabo, y en las relaciones entre todos ellos. Que sean muy limpias, y sin basuras, desechos, residuos ni desperdicios tirados en los espacios urbanos públicos, contaminando el ambiente, ni pintadas ni propagandas ni avisos en cualquier parte, afeando sus fachadas.
Más funcionales en su movilidad, tanto para los peatones, principalmente, como para las bicicletas y otros vehículos diversos, no solamente los carros, todos integrados a un único transporte público multimodal; y con subcentros con comercio, oficinas públicas y privadas, mercados y sedes de servicios de educación y salud para los barrios a su alrededor, conformando pequeñas ciudades dentro de la ciudad. Y flexibles para que las diferentes posibilidades que surjan en cada caso no se anulen unas a otras sino que eventualmente se complementen y sumen para lograr una mejor ciudad.
Procurando al mismo tiempo que sean más confortables, cómodas y agradables en todos sus espacios públicos, ya sean estos al exterior o al interior de diversos edificios; y desde luego en las viviendas, las que incluso las más pequeñas y menos costosas también lo pueden ser. Ciudades y viviendas más económicas en el suministro y uso de sus servicios de energía, agua y comunicaciones, evitando su desperdicio, y reutilizando, limpiándolas, las aguas utilizadas no contaminadas; y contando con alcantarillados eficientes que no corrompan los ríos, lagos y mares a los que llegan.
Insistir en ciudades que sean más agradables en sus espacios urbanos y edificios públicos, como igualmente en sus demás construcciones, principalmente las viviendas; que no soporten ruidos ajenos y con las construcciones abandonadas expropiadas por los Municipios para darles uso. Finalmente, lograr ciudades emocionantes al permitir ver y acceder a los bellos espacios naturales que las rodean; con hitos urbanos hermosos por su ubicación y arquitectura; con construcciones no idénticas ni desiguales, y con sus lotes sin uso convertidos en bonitas zonas verdes provisionales.