El éxito en la vida es el objetivo -justísimo por demás- de muchas personas. Pero el éxito no es completo sin el acompañamiento del mérito. Éxito, del latín exitus (salida) se refiere al resultado positivo de un negocio o actuación. Equivale a victoria o conquista. En este escrito se hace referencia al éxito como la necesidad de lograr el triunfo a como dé lugar. El mérito es la acción que hace a la persona digna del premio. Sus sinónimos son virtud, decoro o valor.
Una persona sin mérito, pero obsesionada por el éxito obtenido de cualquier forma, con frecuencia muestra una o varias de las siguientes características:
- Valora la oportunidad, el dinero y el poder sin importar su origen.
- Desestima la honestidad por carecer de un inmediato beneficio práctico.
- Con frecuencia opera en detrimento de otros y utiliza ventajas desleales.
- Escoge la rapacidad y el arribismo por encima de otras conductas.
- Hace gala de insensibilidad y desconsideración por los sentimientos de los demás.
- Prefiere la competencia desleal sobre el trabajo disciplinado y concienzudo.
- Distorsiona los valores fundamentales.
- El resumen de su doctrina es: “El fin justifica los medios”.
Estas características salen a relucir habitualmente entre los mediocres que se están labrando un porvenir. Desafortunadamente, en ciertos casos (no todos) algunas de las características anteriores se pueden ver en personas que nacieron con privilegios que no tiene la población general. Si es necesario hacen genuflexiones serviles a los poderosos y, ante ellos, callan los asuntos inconvenientes. Eso les permite seguir gozando de ciertos beneficios.
La preponderancia del éxito sobre el mérito comienza tempranamente, cuando los padres disfrutan de lo “vivos” que son sus hijos. No importa si la ventaja sobre los demás se logra manipulando resultados, o valiéndose de influencias o de ayudas ilegales. Al fin y al cabo, “en un medio tan difícil, el que no se avispa se queda atrás...”, dicen con mal disimulado orgullo, los padres del vástago ventajista. Más tarde, de adultos, se jactan de no pagar sus cuentas y de abusar de los derechos de los demás.
Por el otro lado, la persona meritoria:
- Utiliza criterios claros e independientes sobre asuntos fundamentales.
- Siente satisfacción por el resultado de su trabajo cuando es el producto de la decencia, la inteligencia y el esfuerzo.
- Está segura que el mejor negocio es la rectitud.
- Defiende con fortaleza principios que considera inquebrantables.
- Sabe que la defensa de sus principios, permite obtener grandes beneficios y no pocas fortunas. Y ello ocurre en lo personal, profesional, económico o político.
- Está convencida que el éxito alcanzado a través del mérito es el único del cual se puede sentir orgullosa.
- No duda que el tesoro más grande es la tranquilidad de conciencia.
- No acepta ninguna ventaja si tiene que comprometer su dignidad personal.
Una persona que ha acumulado bienes, poder, o riqueza, pero se siente inexplicablemente vacía, tendría que examinarse a sí misma y buscar reorientarse. Tal reorientación le podría mostrar que la plenitud vital se logra a través del mérito en sus logros.