La gasolina sube, el calor asfixia, el mercado está caro y trepan también las tasas de interés. Aumentan los robos, los tiroteos y las peleas de carro a carro. La bolsa tambalea, los congresistas no se ponen de acuerdo, y la vivienda se complica con avalúos bajos para vendedores e hipotecas caras para los que compran. En esta época de vacaciones preocupan los precios de los hoteles, los vuelos y hasta el mercado. La inflación del mes pasado llegó a 9,1%.  Para rematar, los números de la economía de Estados Unidos, publicados esta semana, anuncian una contracción del PIB por segundo trimestre consecutivo, el indicador tradicional de la llegada de una economía en recesión.

Los pesimistas anticipan una crisis económica. Los opositores culpan a Biden, enredado en casa y afuera, y que además parece perder vitalidad. La confianza de los consumidores e inversionistas se empieza a erosionar tras años de bonanza. No es un verano optimista, a pesar de las declaraciones del Presidente y el director de la Reserva Federal, que intentan ser reconfortantes y no lo logran del todo.

¿Habrá recesión en Estados Unidos? Los expertos tanto como los consumidores analizan números y tendencias, y agregan un poco de política para responder esa respuesta. Aunque el marcador formal -la caída del PIB por dos períodos consecutivos- ya se dio, hay quienes matizan esos números, contrastándolos con la vitalidad del mercado laboral, un nivel consumo alto, y un desempleo de 3,6%, el más bajo en 50 años. En todo caso, en Estados Unidos, el encargado de declarar si hay recesión no es el Presidente sino una entidad que se llama el Buró Nacional para la Investigación Económica (Nber en inglés), una declaración que puede tardar meses.

Sin duda para el gobierno es un equilibrio complicado. Si los líderes aceptan que el país está en recesión, no solo se pegarán una paliza política los demócratas en las elecciones legislativas de noviembre, sino que quizás precipiten un comportamiento de pánico en el mercado. La Reserva Federal, (Banco Central) ha obrado con prudencia, y su director Jerome Powell fue prudente al anunciar las cifras y a la vez indicar que el fenómeno sería pasajero. Se anticipó 24 horas a los datos, anunció medidas para reducir el gasto, y subió las tasas de interés por segunda vez en el año. El oráculo tradicional de la poderosa FED está escogiendo con cuidado sus palabras y sus omisiones, en declaraciones escuchadas sílaba a sílaba por banqueros dentro y fuera del país.

Aunque las entidades del Estado estén intentando un aterrizaje suave, para algunos economistas declarar la recesión, tomar medidas inmediatas y tocar fondo más pronto que tarde será más sano y acortará la recuperación.  De todas maneras, el público no es tonto y a pesar del maquillaje de los políticos, ha escuchado muy claramente las campanas de alarma especialmente cuando se espera una caída del mercado de vivienda, autos y productos de consumo, y el pronto enfriamiento del mercado laboral.

Las causas de este revés son múltiples y pocas se pueden atribuir al gobierno de turno. No obstante, ya es tendencia en Twitter la frase #laRecesióndeBiden, y el regocijo de sus detractores republicanos. Los orígenes son varios e inevitables: tres años del covid y las interrupciones en cadenas de abastecimiento, la contracción de la economía china, la invasión rusa a Ucrania, y el aumento de los precios energéticos, y hasta el cambio climático son todos vientos en contra. También es cierto que los datos publicados esta semana muestran una fotografía de la economía, no toda la película. Y que se han tomado y se tomarán medidas para mitigar el golpe. El gobierno hará lo posible para mantener la confianza, pero la verdad es que no hay discurso alguno que logre calmar el nerviosismo.