Es el padre de la Negritud. Léopold Sédar Senghor, presidente de Senegal por 20 años (1960-1980), fue un académico prestigioso que terminó metido en política. Educado en Francia, de padres senegaleses acomodados, fue el gran intérprete de la búsqueda de identidad del África poscolonial, en esa tarea difícil de extraer desde las bases de su educación francesa el sentido de ser negro. Otros intelectuales negros lo acompañan en esa tarea, Aimé Césaire de Martinica entre ellos, pero es él, escritor y poeta, quien da forma a concepto de Negritud.
Senghor decía que el África negra tenía los elementos para ser considerada una civilización, con una concepción propia del mundo, que era la conciencia de ser negro, de vivir en un mundo austero que se desdoblaba en símbolos y creencias fantásticas; de una cosmovisión diferente a la del hombre blanco que lo había esclavizado, dominado políticamente e impuesto su cultura por la fuerza. Una cosmovisión que se había mantenido, adaptándose sin perder su esencia, en la infame diáspora del mercado de esclavos. Senghor se convierte en una celebridad internacional porque las comunidades negras alrededor del mundo, lo ven como un mismo faro que ilumina sus distintos caminos.
El museo del Quai de Branly, en París, que lleva el nombre del presidente Jacques Chirac, su inspirador, es un museo etnográfico que pretende reunir muestras de las civilizaciones no occidentales de Asia, América y África, reunidas en un saqueo colonial de siglos. Es una muestra de lo que eran esas culturas tan antiguas antes de la llegada del hombre blanco a dominarlas con su poderío tecnológico, sus barcos artillados y su Dios todopoderoso. Refleja en un espejo retrovisor el poderío del imperio francés, que ya no existe.
Jacques Chirac quiso hacer un reconocimiento a los valores de esas culturas en una institución que las dignificara: una especie de reparación tardía, que reivindica un mundo ignorado y casi destruido por el poder colonial. De febrero a noviembre de 2023 el Museo presenta la más completa exhibición de la vida y obra de Léopold Sédar Senghor, y del mundo creador que lo rodeaba, ‘Senghor y las Artes’, como homenaje su memoria. Y a la Negritud, concepto que tiene ya una elaboración propia en cada comunidad negra, pero que tuvo su origen en ese profesor de lengua francesa, primer africano que se sentó entre los Inmortales de la Academia, muerto en 2001, con un legado perdurable.
Por los mismos años Manuel Zapata Olivella hace el mismo trabajo de rescate y búsqueda de la identidad negra en Colombia. A Senegal va a dar invitado por Senghor. Zapata le pide que lo deje pasar una noche en el fuerte de la isla de Goré, en Dakar, donde los cautivos esperaban ser embarcados. Desnudo, agobiado por el calor y las ratas, Zapata imagina entre la procesión interminable de almas desoladas una, quizás un antiguo abuelo, que le sonríe. Encuentra allí la clave de su libro central: Changó, el Gran Putas, el más completo retrato de la presencia africana en Colombia; su fusión con la cultura española e india, su resignación y su rebelión. Su presencia tan ignorada pero tan evidente en toda parte: la cultura, la música, la culinaria, el goce de la vida. En todas partes, menos en el escenario del poder, hasta ahora cuando soplan nuevos vientos. Zapata y Shengor, almas gemelas, cuyas sombras vitales cobijan hoy las salas del Quai de Branly.