Han pasado dos semanas desde el escandaloso fraude electoral ocurrido en Venezuela. Decenas de países líderes de la comunidad internacional han respondido con claridad y han manifestado su preocupación por el incumplimiento evidente ante las normas democráticas. Mientras tanto, los sectores opositores venezolanos enfrentan días de incertidumbre y persecución, en medio de una pesadilla que no entrega ninguna señal de terminar pronto.
Dada la cercanía y la alianza regional estratégica sostenida durante casi dos siglos, se esperaría de parte de Colombia un respaldo determinante a la defensa de la democracia en Venezuela y un rechazo categórico a todos los intentos de usurpar el poder. Sin embargo, el silencio y la falta de claridad han definido la respuesta de nuestro país en una hora tan compleja para los vecinos venezolanos.
Los tímidos comunicados de la Cancillería colombiana y los ambiguos trinos del presidente Petro ponen sobre la mesa la necesidad de un diálogo y la posibilidad de alcanzar acuerdos entre el gobierno y la oposición. Sin embargo, esa propuesta parte de dos errores inmensos e imposibles de ignorar. Por una parte, asume que se trata de dos bandos en relativa igualdad de condiciones políticas, jurídicas e incluso morales, cuando en realidad se trata de una de las contiendas más asimétricas frente a un régimen que se apropió del Estado. Por otro lado, el tímido llamado a los diálogos parece olvidar que con los atropellos cometidos durante este proceso electoral, el régimen de Maduro ha incumplido los acuerdos de Barbados que se lograron recientemente en una negociación con la oposición. Si se incumplen los acuerdos con tan poca vergüenza ante el mundo, ¿cuáles son las garantías de que un eventual nuevo pacto sí será respetado?
Mientras tanto, algunos de los liderazgos más visibles del partido de gobierno en Colombia insisten en asumir posturas sin contundencia alguna en un momento en el que se requiere claridad y defensa de la democracia. Varios dirigentes del partido del gobierno y miembros de su bancada en el Congreso han caído en algunas de las generalizaciones más absurdas e ignorantes vistas en la política colombiana, al repetir que toda la oposición venezolana es de ‘derecha radical’ y que constituyen una oposición ‘floja’. Por supuesto que existen matices y notables divisiones históricas, pero ya quisiéramos en nuestra política nacional encontrar líderes con el temple y la convicción de algunos opositores venezolanos que decidieron quedarse para defender sus ideas y enfrentarse a un régimen cada vez más autoritario.
Qué difícil y lamentable es ver que nuestro gobierno, en representación de todos nosotros, ha escogido tener un rol tan poco contundente en una de las horas más oscuras de su vecino más importante. Por otro lado, cada día que transcurre en medio de las condiciones actuales es un nuevo respiro para Maduro y su régimen ilegítimo. Para él, el paso del tiempo es la mayor garantía de que nada cambiará y que podrá quedarse en el poder contra viento y marea.
Por eso hay que pedir acciones concretas del gobierno colombiano, más allá del tímido llamado a un diálogo. Un comienzo contundente y sensato sería el anuncio, como ya lo hizo el gobierno de Chile, del no reconocimiento de Maduro como presidente tras una elección fraudulenta y sin garantías. No es pedir demasiado…
@fernandoposada_