Más que una cosa nueva, o un cambio producido en algo, dos de las definiciones de la palabra novedad, según el DEL, se trata de un suceso reciente del que se dan noticias, como igual la define, que es lo que domina en la arquitectura actual, como lo señala Helio Piñón (Onda, Plana Baja, Es. 1942- ) en una reciente entrevista, debido a la ausencia de un conjunto de propiedades inherentes a algo, como lo fue en la arquitectura moderna, que permite juzgar su valor y calidad, según define el DLE esta última palabra. Ahora cada obra nueva, así sea un edificio común, pretende ser una novedad como si se tratara de un nuevo monumento.
Desde la antigüedad, los materiales disponibles y, por lo tanto, los sistemas constructivos, definieron las formas de la arquitectura, que se reinterpretaban definiendo las épocas de la arquitectura, y lo novedoso era lo que impulsaba el paso de una a otra. Pero desde la Revolución Industrial en Europa en el Siglo XVIII, aumentaron mucho los materiales, los que se disponían en casi todas partes, y en consecuencia permitieron nuevos sistemas constructivos que, con la arquitectura espectáculo del Siglo XX, facilitaron ‘novedades’ formales que, ya en la tercera década del XXI, se van generalizando aunque cada vez son menos noticia, y tiene que recurrir a tamaños descomunales.
Lo que sí sería una bienvenida novedad sería que por todas partes se buscara para cada sitio una nueva arquitectura a partir de la geografía (relieve, suelo, aguas, vegetación y clima) e historia de cada lugar (tradiciones, costumbres, usos, saberes y circunstancias). Una arquitectura regionalista, renovadora, regenerativa, revitalizadora y versátil, de cara al cambio climático no generando en su construcción, mantenimiento y uso, gases de efecto invernadero; y que sea resistente ante sismos, huracanes, inundaciones e incendios, y a la demanda de vivienda debida a la sobrepoblación y a la obsolescencia inducida de lo ya construido.
Una arquitectura urbana, ya que hoy casi toda lo está en las ciudades o depende de estas, que sea la pertinente para cada lugar histórico en ellas, los que a su vez dependen del sitio geográfico en el que se localizan. Como lo deja en claro un proverbio árabe “las cosas no valen por lo que duran, sino por las huellas que dejan” a lo que se debe agregar que la arquitectura suele ser “una permanente recreación de lo que otros ya han creado [pero que también es] una forma de ver el mundo, de transformarlo, de construirlo” (www.todoarquitectura.com) como lo afirmó Rogelio Salmona (La Chau-de-Fonds, Zu.1887-1965 Rocabruna, Fr.)
Las torres del Parque, en Bogotá, 1965-1970, todo un ejemplo para una arquitectura regionalista en Colombia, son sin duda la más importante obra de Rogelio Salmona (París 1927-2007 Bogotá) y se puede aprender mucho de las huellas en ella, a la vista de todos, de lo que él percibió en su viaje por España y el Magreb, en 1953, antes de regresar a Bogotá en 1958, después de cerca de 10 años de trabajar con Le Corbusier considerado uno de los más claros exponentes de la arquitectura moderna; la que Salmona se ocupó de relacionarla a una geografía y a una historia, volviéndola regionalista, bogotana si se quiere.