Infiero que, desde los años de upa, en la humanidad se arenga: “¡O nos unimos o nos hundimos!”. Imposible pensar que los cazadores prehistóricos no entendieron rápidamente que era mejor enfrentarse a la presa en equipo, que solos.
Lo mismo les sucede a las ciudades. Los expertos en desarrollo sostienen que los que compiten no son los países, tampoco lo hacen las ciudades individuales, sino que son los grupos interconectados de ciudades. Un ejemplo muy renombrado de ello es Silicon Valley, que se encuentra entre San Francisco, San José y Oakland. En Alemania existen varias, pero la más conocida es la de Rhin-Ruhr, donde están Düsseldorf, Colonia y Essen. En Colombia también existen; son siete áreas metropolitanas. Entre las más conocidas están la del Valle de Aburrá, en Antioquia; la de Barranquilla; la del centro-sur de Caldas; y la del centro-occidente de Risaralda.
Lamentablemente, nuestra zona-región, para variar, está rezagada y no existe esa figura todavía, pero lo que sí existe es la necesidad de organizarnos mejor y agruparnos para poder afrontar los retos futuros.
A las ciudades-región las unen problemáticas y desafíos que serían más fáciles de afrontar si están institucionalmente integradas. Las ciudades que limitan entre sí tienen dificultades de movilidad, para poner un ejemplo; el MÍO o el transporte público no pueden traspasar las fronteras; no pueden ir al aeropuerto de Palmira; no pueden ir al centro de convenciones; no pueden ir a donde hoy viven muchas personas que trabajan en Cali, como Jamundí. Las alcaldías no pueden invertir en vías, en ciclorrutas, en terminales o en un tren de cercanías que vayan más allá de su territorio. Lo mismo sucede con la seguridad; no es tan sencillo —como se presume— poder actuar y perseguir a los criminales fuera del municipio; así como tampoco la creación de redes de monitoreo y control.
Con la integración existen oportunidades maravillosas como crear circuitos turísticos y culturales, espacios públicos a gran escala como parques metropolitanos, y la posibilidad de construir y fomentar un mayor y más integrado tejido empresarial.
Todo esto y más es posible si nos unimos, como se ha evidenciado en otros países y también como se ha logrado en nuestro país, en las ciudades-región que citamos. Si no lo hacemos, seguiremos desaprovechando oportunidades y estaremos condenados a que los que ya lo lograron nos sigan sacando ventaja.
En noviembre 24 de este año se va a realizar la votación popular para definir si se crea o no el área metropolitana del suroccidente. Los municipios que se montaron en la idea inicial, que debe ser validada a voto limpio en cada ciudad, son: Palmira, Candelaria, Jamundí, Cali, Dagua, Puerto Tejada y Villa Rica.
Esperemos que el desarrollo, las nuevas oportunidades y el futuro de nuestras ciudades-región esté por encima de los intereses particulares. La integración y la articulación institucional de estos municipios va a exacerbar algunos intereses. Sin duda habrá a quienes este nuevo equipo no les convenga, seguro habrá intereses empresariales a los cuales la integración municipal los afecte; seguro habrá intereses sociales o comunitarios que se puedan ver afectados; seguro surgirán intereses políticos que sientan que la ecuación no les conviene. Peor, aún: habrá a quienes no les convenga que las autoridades los persigan fuera de las fronteras municipales.
La discusión se viene y en la próxima columna seguiré escribiendo sobre esto; pero la idea es la misma: ¡O nos unimos o nos hundimos!