Todo duelo, duele; pero el más exigente y punzante es siempre el de un hijo.

Un dolor que se agiganta si es el primer bebé, o es todavía muy pequeño o un joven.

Más duro si es único, su muerte es trágica, lo matan, o tomó la decisión de suicidarse.

He apoyado en duelos en los que no aparece el cadáver o se halla y fue torturado.

En nuestra inculta cultura casi nadie está preparado para manejar bien un duelo.

Además, se quiere con apegos dependientes, y entonces la aflicción empeora y no se halla alivio.

Hay que practicar aceptación, desapego, resiliencia, perdón, paciencia, fe y un nuevo sentido de vida.

En mi libro ‘Muerte, un paso a la vida’ hay ayudas, respuestas, ejercicios y apoyo. Lee antes de que llegue la muerte.

@gonzalogallog