Al meditar, puedes crear un hermoso santuario o precioso lugar mental de paz y luz interior.

Es un lugar imaginario de encuentro con Dios, los ángeles y con lo mejor de ti mismo.

La vida fluye más si sacas tiempo para cerrar los ojos y te visualizas en un bosque.

O al lado de un río cristalino o cerca al mar al atardecer. Allí meditas y recuperas tus energías.

Todo ritual vivido con amor ayuda a que la vida se ilumine y el alma no se atrofie.

Si vas a ese santuario las cargas se vuelven ligeras y el dolor menos intenso o se va.

Verás que todo mejora y se ilumina, si te aquietas en conexión con Dios que mora en ti.

Sé consciente de su presencia y muchas veces le expresas tu amor y tu gratitud.

@gonzalogallog