Durante la guerra de Vietnam un ciudadano norteamericano, de nombre Daniel Ellsberg sirvió en el Ejército de los Estados Unidos, donde fue testigo de las atrocidades que se cometieron en tal escenario. Asqueado, regresó a Estados Unidos y entró a trabajar al Instituto Rand, think tank del Gobierno para estudios de defensa. Allí se dio cuenta de que muchos reportes fidedignos enviados desde Vietnam por funcionarios responsables informaban, fuera del error político, el crimen que se estaba cometiendo allá, soportado como una obligación patriótica por una política inestable de EE.UU hacia los desenvolvimientos en Asia, influida por los votantes guerreristas y el lobby de Chiang Kai Chek.Los informes del Instituto Rand habían permanecido ocultos por el Gobierno dada la responsabilidad política que representaban. Ellsberg los sustrajo subrepticiamente y los ofreció a los medios de comunicación, que pretendieron publicarlos con el nombre de los papeles del Pentágono. El Gobierno insistió en mantenerlos ocultos con el remoquete de documentos sensibles para la seguridad nacional, pero la Corte Suprema de EE.UU les dio carácter de documentos informativos de interés interno respecto a un asunto que tenía dividido a Estados Unidos en una cuasi guerra civil de conciencia, y se publicaron. Ellsberg fue acusado de todo y encarcelado. Pero, con el escándalo de Watergate, Nixon cayó en desgracia y del puesto; se destapó la cuestionable secuencia de la guerra de Vietnam, y Ellsberg salió libre, reconocidos sus méritos como revelador de una confabulación atroz, que le había costado a Estados Unidos centenares de miles de sus militares muertos, heridos y algunos muertos en vida por secuelas discapacitantes. Internacionalmente Estados Unidos se ganó el repudio universal.Cuando el presidente Clinton lanzó su campaña para recuperar espacio político en el Oriente, Robert McNamara (secretario de defensa durante parte de la guerra de Vietnam editó un libro de conveniencia reconociendo que el episodio Vietnam había sido un lamentable error (premio Nobel de la hipocresía).Cabe preguntar, quién fue el criminal en este caso: Ellsberg, que destapó el engendro y ayudó a ponerle fin, o los políticos y adláteres inescrupulosos que lo generaron, tapándolo con falacias patrioteras por conveniencia política mezquina o por lucro. Julian Assange, en un escenario diferente, hizo algo parecido a lo que hizo Ellsberg. En el sutil campo de batalla de la guerra por el poder político y económico en el mundo, en la cual se causan muchos miles de muertes y destrucción y abusos que mantienen a poblaciones sometidas a desesperantes y vergonzantes situaciones, todo dirigido por medio de los hilos de marioneta de los contubernios entre poderosos inescrupulosos, Assange penetró los archivos de los gobiernos y puso en evidencia ante la opinión publica la forma como personas y gobiernos, desde las bambalinas del secreto de Estado, hacen y deshacen, corruptamente, en perjuicio de la verdad mundial, traicionando intereses universales superiores.Una cosa son los secretos de Estado, informaciones o evaluaciones serias para la toma de decisiones trascendentales, y otra utilizar tal manto para cubrir hechos dolosos o contubernios hasta criminales.Colombia es la que menos autoridad moral tiene para cuestionar a Assange pues constantemente evidenciamos la existencia de contubernios, tapujos y mentiras que cuando saltan cambian decisiones o realidades legislativas, judiciales, políticas, económicas, etc. Y no una vez sino en confundidor torbellino repetitivo y contradictorio, que nos mantiene en la incertidumbre de la expectativa y en duda de todo. De hecho, necesitamos un colombialeaks que nos haga muchas claridades de una vez por todas.