Según el DLE, lo original, dicho de una obra científica, literaria o de cualquier otro género, es lo que resulta de la inventiva de su autor. Es precisamente de lo que escribe Salman Rushdie en Los lenguajes de la verdad, 2021: “La adaptación, el proceso a través del cual una cosa se desarrolla y se transforma en otra, un aspecto o forma cambia y pasa a ser algo distinto, es, por supuesto, bastante común en la actividad artística.” (p. 240). Y aun cuando está opinando es sobre la literatura es igualmente valedero a la arquitectura: “La permanente recreación de lo que otros ya han creado” como afirmaba Rogelio Salmona, pero que no solo es arte con él, también lo decía, pues la técnica es su base.
La historia de la arquitectura occidental muestra cómo sus cinco más importantes épocas: prehistoria, antigüedad, edad media, renacimiento y modernidad, se sucedieron unas a otras a partir de lo anterior y posibles por los adelantos técnicos. Pero estos lo fueron tanto a partir del siglo XIX, que llevó a finales del XX a que muchos arquitectos, ya producto de las universidades y no de trabajar con maestros, creyeran en su originalidad, la que es, según el DLE, la actitud, comportamiento o acción originales o que tienen carácter de novedad; y que estaban creando formas originales fue lo único que les importaba a los de la arquitectura espectáculo que siguió a la verdaderamente posmoderna.
El caso es que: “La originalidad es peligrosa” como sentencia Salman Rushdie (p. 324), y en la arquitectura basta con mencionar los problemas que han tenido los cerramientos del Museo Guggenheim de Bilbao o la Biblioteca España en Medellín, originados (y no es una redundancia) en sus formas originales que pretenden crear y no en los adelantos técnicos disponibles. Formas que casi siempre suelen ser las de la arquitectura espectáculo: una repetición, reiteración, pleonasmo o tautología, como el DEL define redundancia, cuando no una simple copia o plagio de una de moda, y no una pertinente recreación; adaptaciones exitosas las llama Rushdie, como las pirámides de Guiza.
Originalidad que en general en la arquitectura actual en muchas partes del mundo no siempre garantiza una novedad, innovación, invención o descubrimiento, cómo define el DLE, la palabra, y casi siempre es apenas una moda más. Que en Colombia ni siquiera es original pero sí ya pasada de moda; modas que por lo demás no son las soluciones más indicadas ante las amenazas del cambio climático, como igualmente para la demanda de vivienda debida a la sobrepoblación de sus ciudades, sumada al consumismo esnob de los nuevos nuevoricos, que lleva de mano de las modas a la obsolescencia inducida de lo ya construido, que se demuele sin necesidad en lugar de regenerarlo creativamente.
Una arquitectura original sería renovadora, regenerativa, revitalizadora, resiliente y regionalista, en función de la geografía que ha determinado la historia de su lugar, y el oficio de todo buen arquitecto, para el que su arte no sea solo un “entretenimiento [si no] en su máxima expresión, una revolución, como piensa Rushdie (p. 326). Y hablando de Gabo, dice “que emplea la imaginación para enriquecer la realidad, no para escapar de ella; lo maravilloso está profundamente arraigado en lo real, y por esa razón es capaz de emplear lo irreal para crear metáforas e imágenes de la realidad que acaban percibiéndose como más reales que la propia realidad, más verdaderas que la verdad” (p. 185).