“Esta es una ciudad sin Dios y sin Ley”. La frase del portero del conjunto donde vivo resume la impotencia ante una escena pavorosa que vivimos con frecuencia en esta zona y en otras tantas de la ciudad, ante la presencia de las caravanas fúnebres que van repartiendo miedo a su paso. La de ayer a las 10:50 a.m. en el sector de la Avenida Guadalupe con Calle Primera fue impresionante: un equipo a todo volumen del que sonaba “tú eres mi hermano del alma realmente el amigo”, a la par de los pitos ensordecedores y los disparos que si de fogueo o de lo que sean no cesaron por varios minutos, y sé que venían así de muchas cuadras atrás.
En estado de alerta quedamos, al sentir desde nuestros apartamentos que estaban estacionados eternamente frente al conjunto. Luego vino el concierto con trompetas o cornetas o lo que sea, como si se tratase de un desfile o un espectáculo masivo.
Ya pasados los largos minutos que duró el evento, hablé con el portero que me contó que llamó a la Policía, pero que pudo ver que al final iba una patrulla y unos agentes en moto. ¡Cómo le parece! Como si no tuviéramos suficientes problemas de seguridad en Cali, nos toca destinar la Fuerza Pública a vigilar estos actos anárquicos para que no pase nada. Mientras tanto, las conversaciones en los grupos de vecinos de la zona se repetían “qué tal, estoy aterrada”, “qué miedo y yo tengo que salir”, así como los estados de Instagram de estudiantes atónitos que reciben clases virtuales desde sus casas y las quejas en redes sociales desde varios puntos por donde pasó el cortejo.
Increíble. No puede haber una escena más diciente y aterradora de lo peor que pasa en Cali que las caravanas de la muerte sembrando terror a su paso. Con buses llenos de gente, bebiendo y fumando marihuana y disparando como si estuvieran en el Oeste, con los CAI de la Policía al lado, que parecen de adorno. Y lo peor es que las mismas, como tantas otras cosas en esta ciudad, se nos volvieron paisaje y toca resignarse y tragarse ese sapo, porque qué miedo. Los antisociales hacen y deshacen hasta para llevar a sus muertos al cementerio, derrochando esa cultura traqueta y criminal que dolorosamente se nos quedó enquistada en el alma caleña.
Justo el martes ocurrió en otro sector del sur y hasta video alcanzaron a hacer. Y pasó la semana pasada y la antepasada y seguirá pasando, pese a las múltiples denuncias hechas de tiempo atrás.
Ya es hora de que se establezcan sanciones serias y normas que prohíban de manera contundente estas caravanas de la muerte en Santiago de Cali. Ya es hora de que paren estos espectáculos que sacan a relucir los demonios de nuestra amada Cali, que no merece vivir presa de la criminalidad y la delincuencia, repartiendo zozobra, como si viviéramos en una película infernal. ¡Ni más faltaba!
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