En un descuido hay 200 mensajes sin leer. Fotos, videos, archivos de texto, PDF’s, todo tipo de preguntas, respuestas, reclamos, cobros, discusiones. En ellos se habla de cosas que van desde el color del uniforme que corresponde al día siguiente, pasando por la tarea que nadie entendió hasta la educación sexual, el consumo de alucinógenos y la excursión de grado dependiendo del curso. Son los chats escolares, que la vida moderna nos ha traído a los que estamos con hijos en colegios y escuelas, como una bendición para estar al día con el acontecer académico del salón.
“XYZ llegó sin las medias de fútbol, por favor, revisen en las maletas de sus hijos, por si acaso se fueron allí por equivocación”, “¿Alguien entendió la tarea de Social Enviroment? Creo que debemos hablar con el rector, eso está muy difícil”, “ZXY me dijo que ayer solo le dieron media mandarina en el almuerzo”, “Mi hijo no conjuga bien el verbo to be, ¿a ustedes les pasa igual? Mandemos una carta al rector”.
Y así uno se va convirtiendo en el papá de otros 30 niños y niñas o jóvenes adolescentes y en el ‘parcero’ de otros 60 padres de familia. Los domingos en la tarde el tema es el uniforme, si van de gala o de educación física, el lunes sobre la tarea pendiente y de allí para adelante varían: “Alguien sabe de alguna modista”, “por favor, ayudemos a localizar a este joven perdido”, “vendo lechona los domingos a domicilio para quien esté interesado”, “en nuestra época no era así, a mí me tocó la falda muy por debajo de la rodilla”, “¿de qué color dijeron que debía ser la camisa y el pantalón para la presentación?”.
Un estudio realizado en Chile por la firma Go Student, entre 2000 padres y tutores de estudiantes, encontró que, si bien el 47,5 encuentra los chats escolares útiles e informativos, un 30% los encuentra agobiantes y un 15% “un infierno”, cifras que en Colombia, me atrevo a afirmar, serían muy parecidas.
Entre las recomendaciones del estudio están las de evitar generar tráfico con saludos como los buenos días y buenas noches a diario, preguntar por las tareas (esto se puede hacer directamente a alguno de los padres con el que se tenga más confianza), contestar en cadena, por ejemplo, enviar el recibo de consignación, niño por niño, de alguna colecta para festividades, o anunciar en el grupo cosas que generen respuestas en cadena; “XYZ amaneció enfermo”, mensaje que trae de regreso una cascada de respuestas con recomendaciones y “que se mejore”, que generan notificaciones innecesarias porque se entiende que todos desean su recuperación; no enviar mensajes políticos, memes, audios largos que parecen un programa radial.
Sin embargo, uno se preguntaría qué sería de la comunicación escolar sin esta herramienta y sin los padres administradores que sacan un espacio en su agenda para preocuparse por el bienestar de todos.
Lo cierto, es que los chats escolares deben estar centrados en la información y en el servicio para que no se conviertan en otro chat silenciado que se revisa de vez en cuando y al que es imposible seguirle la pista.