Tengo que comenzar por repetir lo que todos sabemos: en esta administración municipal Cali fue lanzada al abismo, sometida a la devastación física, empujada al desastre económico y social, mientras se golpeaba el espíritu, el ánimo de sus habitantes. Lo perpetrado, sin embargo, no habría sido posible sin la complicidad o la indiferencia del Concejo de la ciudad. Con algunas excepciones, los concejales actuales brillaron por su manguala escandalosa con el ejecutivo. Le aprobaron iniciativas cuestionables y endeudamientos fabulosos que por decenas de años sangrarán a municipio y contribuyentes.
Seducidos por las cuotas burocráticas y las mieles de la contratación, los ediles de la llamada ‘coalición de gobierno’, faltaron a su responsabilidad principal, que era la de efectuar un control político eficaz. Les chorrearon, como si fuera asunto de otras personas y de otro planeta: la crisis del MÍO, los hurtos y asesinatos permanentes; las calles desbaratadas, las contrataciones escandalosas, la apatía frente a iniciativas indispensables como el del tren de cercanías. Peor aún, ahora quieren aprobar contra reloj un proyecto de Distrito Especial que debería estudiarse con mayor reposo y ojalá con la administración venidera, ya que multiplica la burocracia municipal y acrecientas gastos de funcionamiento.
Si tenemos el propósito de poner fin a la noche más larga y tenebrosa que haya experimentado Cali, se hace necesario escoger un excelente alcalde o alcaldesa y un Concejo Municipal de lujo. Es preciso entender que de no dar de inmediato el timonazo la ciudad seguirá cuesta abajo, camino al desastre.
En este orden de ideas los ciudadanos estamos obligados a hacer un examen cuidadoso de los perfiles y trayectorias de quienes aspiran. Con relación al Concejo se debe considerar que la corporación está integrada por dos tipos de actores: los principiantes y los veteranos. Los primeros usualmente llegan sin los conocimientos para incidir en la gestión de una ciudad tan compleja y emproblemada como la nuestra.
El grupo de veteranos, a su turno, está conformado por actores de la política tradicional. A estos rara vez les interesa ascender a las corporaciones públicas del orden departamental o nacional, saben que en el nivel municipal se facilita alimentar sus clientelas. Tales personajes con frecuencia logran cooptar a sus noveles colegas, impidiendo desterrar mañas y refrescar la acción del Concejo. Por eso, al considerar aspirantes nuevos es preciso cerciorarse de que tengan los arrestos y el bagaje para imponer una verdadera renovación.
Quienes lleguen al cabildo municipal por primera vez deben exhibir un pasado intachable, compromiso probado de servicio, conocimientos y si es posible, experiencia relevante. De no poseer estas características serán instrumentalizados y tragarán entero.
Ante la disyuntiva de agonía continua o renacimiento que experimenta Cali, los votantes necesitan información que les ayude a escoger. Esto implica poner a su alcance un sistema de consulta o base de datos sobre la trayectoria y méritos de cada uno de los candidatos. El desafío es grande y el tiempo apremia. Pero si suman esfuerzos entidades como Propacífico, la Unidad de Acción Vallecaucana, las universidades con sus observatorios de la gestión pública y los medios de comunicación, quizá podamos lograrlo.