El próximo alcalde de Cali no la tendrá fácil y no puede fallar. La ciudad, pese al empuje de sus ciudadanos acostumbrados a trabajar, a hacer su vida y a sobrevivir en medio de una ciudad que atraviesa una crisis sistémica, requerirá un liderazgo especial. Liderazgo para restablecer ante todo la seguridad, el orden, y la movilidad. Sin estos, será aún más complejo generar riqueza y empleo, invertir en lo social, y ponerla al día en infraestructura.

Cierra el primer semestre con 500 homicidios, la mayoría por ajustes de cuentas entre pandillas o por el control del microtráfico. Entre 2013 y 2020 los homicidios se redujeron de manera considerable, pasando de 986 a 465. Luego del paro del 2021 volvió al alza, el 2022 cerró con 982 muertes intencionales y el panorama del resto del año no es halagador, aunque la tendencia de la tasa de homicidios de los últimos diez años es a la baja.

Pero la inseguridad no se limita al homicidio. Según el Dane, el porcentaje de personas mayores de 15 años que dijeron haber sido víctimas de un delito en 2021 fue de 8,5%, superior al promedio nacional, 8,0%. Pero la percepción de inseguridad en el 2022 era la más alta del país, 84%, cuando en 2019 era de 61%. La gente se siente insegura no solo por la posibilidad de ser víctima de un delito sino, por el desgobierno y la anarquía.

De ahí la urgencia de restablecer el orden en el ejercicio de las libertades. Cali no puede volver a vivir una toma por parte de vándalos y milicianos. No se puede permitir que la vuelvan a sitiar. Se confunde el ejercicio de autoridad con autoritarismo. Un lunar negro del gobierno Duque fue no haber tenido la entereza para proteger a Cali, una ciudad sin alcalde. El monumento a la Resistencia es una alegoría al crimen y debe ser derribado.

Ello no es óbice para darle la mayor importancia a la dramática situación social de la ciudad y a la desesperanza de miles de jóvenes. En buena hora se gestó Compromiso Valle, pero se necesita de un trabajo estructural, sostenible y de largo aliento, con el gobierno local y nacional, para ofrecerles mayores oportunidades. Sin consentir con el vandalismo. Será una de las pruebas de fuego del próximo alcalde; suficientemente lastimada quedó Cali para que le asesten otro golpe.

Qué decir de la movilidad. Ir de un lugar a otro por cualquier medio es una tortura. No son solo las motos que hacen lo que les da la gana y nadie las pone en su sitio sino los vehículos particulares y los buses de transporte público. Es la ley de la selva, del sálvese quien pueda, al tiempo de estar atento de que no lo roben. Los guardas de tránsito no dan abasto o aparecen como fantasmas para extorsionar, la policía no se ve, y las cámaras no funcionan.

Recuperar la movilidad, sin embargo, pasa por rescatar el MÍO. Rescatarlo implica no solo ponerse al día con los operadores sino, fortalecerlo: ampliar su cobertura, incrementar la flota de buses incluida la de los alimentadores y mejorar frecuencias. Convertirlo en el mejor sistema de transporte público colectivo. Una apuesta que requiere de recursos y firmeza, pues hay quienes quieren desvertebrarlo para volver al desorden que existía.

Dirán algunos que los problemas de Cali no se limitan a los señalados y tienen razón. El lío es que, sin minimizar las fortalezas y avances en muchos campos -como la salud y la educación superior- la ciudad está en cuidados intensivos, aunque nos duela admitirlo. Para generar riqueza y empleo y contar con recursos para darle oportunidades a los jóvenes e invertir en vías, hay que empezar por lo básico y eso es: seguridad, orden y movilidad. Tres desafíos duros de roer que impactan a todas las ciudades y que hoy mas que nunca son vitales en Cali.