Por monseñor Rubén Darío Jaramillo Montoya, obispo de Buenaventura.

“Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: Paz a vosotros” (Juan 20,20). Después de resucitar, en varios momentos, el Señor se apareció a sus discípulos y les ofrece su paz. Es la paz que pedimos para nuestro país y para nuestras ciudades, y de manera más concreta para nuestros corazones. ¿Pero qué es la paz?

Para San Agustín, la paz es definida como: “Tranquillitas ordinis”, la paz de todas las cosas es la tranquilidad en el orden. Porque se dice que algunas cosas tienen paz, cuando el orden de ellas permanece imperturbable. En el hombre el orden es triple: del hombre con respecto a sí mismo, del hombre con respecto a Dios, del hombre con respecto al prójimo, y así existe en el hombre una triple paz: una, por la cual está tranquilo en sí mismo, sin perturbación de sus facultades; otra, por la cual el hombre tiene paz con Dios, sometiéndose totalmente a sus disposiciones; la tercera, con respecto al prójimo.

Para Santo Tomás, la paz consiste en la quietud del apetito sensible y racional surgida como efecto de que el hombre alcanza la posesión del bien verdadero. Ese sumo bien es el mismo Cristo, que resucitado, victorioso y vencedor de la muerte y del pecado, para quien lo posee, alcanza la verdadera vida y la transformación de todo su ser.

El Papa san Juan XXIII, en su encíclica “Pacem in terris”, dice que la paz entre todos los pueblos ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad. Estos valores sociales constituyen el cimiento sobre el cual se va construyendo la paz, que no es ausencia de guerra, ni silencio de las armas. También decimos muchas veces que la paz es fruto de la justicia social.

La palabra hebrea ‘Shalom’ que se traduce por paz o bienestar, significa tanto la paz entre dos partes (especialmente entre ser humano y Dios o entre dos países) como también una paz interior o tranquilidad de una persona. El saludo de ‘paz’ entre los hijos de Dios es signo de esa paz que se recibe y se entrega.

Es tarea de todo ciudadano buscar la paz, construir la paz y apoyar la paz. El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, nos dice: “La paz social es trabajosa, artesanal. Sería más fácil contener las libertades y las diferencias con un poco de astucia y de recursos. Pero esa paz sería superficial y frágil, no el fruto de una cultura del encuentro que la sostenga. Integrar a los diferentes es mucho más difícil y lento, aunque es la garantía de una paz real y sólida”. En este empeño es en el que nos encontramos en Buenaventura. Esa es la tarea, ese es el sueño de paz que tenemos.