Se viene un semestre lleno de iniciativas legislativas, ansiedad e incertidumbre. Por un lado, a los proyectos de ley presentados, como la reforma a la salud, la reforma laboral y la reforma pensional, se le unirán los de educación y servicios públicos. Por otro lado, la seguridad se ha deteriorado, lo que genera ansiedad e incertidumbre.
El Gobierno y el Legislativo tienen una gran responsabilidad y oportunidad para mejorar y hacer las cosas bien. Deben analizar lo que está mal, qué se debe arreglar, y lo que funciona relativamente bien, y no se necesita necesariamente arreglar. Reformar por reformar, no es el camino.
No se deben seguir presentando y tramitando reformas que no crean empleo, crean cargas a las empresas, generan inseguridad y violencia, no mejoran los servicios, desahorran, ideologizan y subsidian.
Reformar para mejorar es el camino, con un norte preestablecido, que no es otro que la seguridad y el fortalecimiento de las empresas, para la creación de riqueza y empleo formal y de calidad.
No hay mejor fórmula. La paz y la prosperidad se obtienen con seguridad, para que las empresas y sus trabajadores prosperen. El Estado debe enfocar su política y actividad en crear condiciones para la prosperidad. Así, además de direccionar adecuadamente los proyectos de ley, se debería pensar en mejorar el marco legal de las sociedades comerciales, el régimen de insolvencia, el mercado de valores, entre otros.
Deberíamos tener como norte las libertades individuales y la economía de mercado. Pero no, acá en nuestra tierra, en estos días, priman el populismo, el socialismo, el estatismo y el colectivismo como ideas centrales del Gobierno y, desafortunadamente, muchos líderes de oposición piensan solamente en la mecánica electoral, la burocracia y el interés individual.
Para orientarse, simplemente deberían recordar lo que dice nuestro escudo nacional: libertad y orden. Solamente, a partir de la libertad, el ser humano da sus mejores frutos. Solamente, a partir del orden, los diferentes intereses individuales, consecuencia de la libertad, se concilian y limitan adecuadamente.
Además, todos deberíamos entender y estar de acuerdo en que el Estado debe ser pequeño y eficiente y que no es un botín para satisfacer los caprichos de los gobernantes de turno, sean estos de izquierda o de derecha.
Alguna vez dijo Ronald Reagan que no se trata de escoger entre derecha o izquierda, sino de escoger entre arriba y abajo, entre la ley y el orden o el totalitarismo y que son los individuos quienes saben que es lo bueno para ellos y no unos burócratas que creen saber que es lo mejor.