Cali no ha sido siempre un fiasco en el manejo de su seguridad. Aunque es cierto que desde hace mucho no somos una ciudad segura, sí hemos dado pasos en avanzar tanto en la reducción de la violencia como en la consolidación de herramientas para lograrlo. Hoy, lamentablemente, poco tenemos de ambos.

No solía ser así. Desde hace varias administraciones, Cali se había destacado en consolidar instrumentos que le brindaban bases sólidas para enfrentar la violencia. Con el enfoque epidemiológico que introdujo Rodrigo Guerrero, la ciudad avanzó montones en conocer con detalle su realidad violenta. Conocer dónde estamos parados es obviamente un prerrequisito para enfrentar los problemas.

Para eso servía y debería servir el Observatorio de Seguridad. Hoy, su seriedad está en duda por cifras que no cuadran. Lo que se dice que pasó es grave. No es un tema menor acomodar cifras, u omitirlas. Son la herramienta principal para conocer qué pasa en la ciudad, qué da resultado y qué no. Además, a partir de esas respuestas, poder optimizar los recursos para enfrentar la violencia y el delito.

Las dudas sobre las cifras recientes de hurtos, por ejemplo, minan la confianza de una herramienta reconocida por su utilidad y robustez técnica. Aún más grave me parecería si resulta siendo cierto que no hubo un intento por maquillarlas, como dicen desde el CAM. Eso reflejaría que hoy se contrata a partir de motivos muy diferentes a aptitudes.

Me parecería más grave, sobre todo, porque deja en evidencia que la alcaldía trabaja ciega, no tiene forma de conocer lo que pasa en la ciudad y como resultado no tiene ningún método para organizar y priorizar sus recursos limitados para atacar el crimen. El aumento de delitos solo dejaría esa tesis en evidencia.

Si ‘solo’ fuera que acomoda las cifras que nos muestra, aún tendría internamente cómo decidir sobre la distribución de sus capacidades. Nos mentiría sin pena, pero al menos tendríamos la tranquilidad de que alguien adentro realmente sabe cómo estamos y qué hay que hacer. Si no las maquilla y defiende la repentina e inexplicable reducción de delitos, la seguridad de Cali está en una ruleta rusa.

Un Observatorio no debería estar dentro de la administración porque, como bien se dice, no se puede ser juez y parte. Por esa y otras razones, Cali necesita más privados que participen en temas de seguridad y convivencia. Necesitamos que terceros asuman el rol de la sociedad civil para exigir rendir cuentas, vigilar la gestión y defender la continuidad de lo que funciona.

Es difícil entender cómo acá tan pocos se involucran. Quizás es un reflejo de nuestra sociedad donde muchos deciden replegarse y no jugar con fuego. Pero ese no es el camino. La lucha contra el crimen, no se logra con miedo y renuncias.