Gustavo Petro no es un hombre libre. Está secuestrado por un delincuente confeso que se llama Armando Benedetti, principal cómplice del fraude que lo llevó a la Presidencia. Porque, no nos engañemos, hubo fraude. El que este se haya retractado argumentando su temperamento explosivo y las investigaciones no avancen con la debida celeridad, no lo exonera a él ni tampoco al Mandatario, de un hecho criminal, tan burdo y evidente.
“Yo hice 100 reuniones”, “conseguí 15.000 millones de pesos”, “organicé todos los votos en la costa, todos hijueputa, o es que quieren que diga quién puso la plata”, “si no es por mí, no ganan”, “con tanta mierda que yo sé nos jodemos todos”, “nos hundimos todos, nos caemos todos, nos acabamos todos, nos vamos presos, acabamos toda la hijueputa verga”, “Laura, si crees que es una amenaza, es una amenaza, si quieres grábalo, grábalo”
Petro ganó por los votos de la Costa Norte, que consiguió Benedetti. Así lo reconoció el político a El Espectador, el 20 de junio de 2022. “Sin caer en la vanidad, la Costa Caribe le dio el triunfo a Petro. Nosotros aumentamos 800.000 votos. Ahí está la diferencia. Hicimos un gran trabajo en la Costa Caribe y da mucha alegría”. Sólo en Barranquilla, de donde es oriundo el controvertido personaje, sacó 200.000 votos más que en la primera vuelta.
Por eso Benedetti manda y Petro obedece. Es el precio del silencio de quien sabe cómo se fraguó y consumó el fraude. Amenazó y prendió el ventilador para luego callar, pero tiene agarrado al Presidente de donde más le duele. Se aburrió de vivir en Italia y del cargo que le crearon, y como las investigaciones en su contra por corrupción duermen de nuevo el sueño de los justos en la Corte Suprema, decidió volver al país. ¿Quien le dice que no?
Sorprende la indignación de muchos en el Pacto Histórico empezando por los senadores Iván Cepeda y María José Pizarro, y la inconformidad de seis ministros revelada por los medios. Incluso la de Laura Sarabia, cuando todos se arroparon con la misma cobija putrefacta. El Pacto Histórico está en el poder por los dineros mal habidos que recibió Nicolás Petro, por los ingresos no registrados de Ricardo Roa, y gracias a Benedetti.
El mayor responsable es Petro, o van a decir que todo fue a sus espaldas. Tan no lo fue, que el Presidente no tiene opción a complacer al político costeño. Su hoja de vida ya ha sido publicada para nombrarlo Asesor en Presidencia. Día y noche, de trabajo o de farra, sobrio o alicorado, sano o drogado, sólo o acompañado (del Mandatario), estará en el segundo piso de la Casa de Nariño a escasos metros de la oficina de quien usurpa la Jefatura del Estado.
Pero Benedetti no regresa solo por capricho. El Presidente lo necesita para planear y ejecutar el asalto del 2026. Igual ocurrirá con otros calanchines que no demoran en renunciar a sus cargos dentro y fuera del país para no inhabilitarse. El Gobierno lleva dos años en modo destrucción y campaña, pero ahora lo estará más. Plata no hay, dice. Miente, hay para lo que le conviene. Y la habrá, no tengan duda, y a borbotones, para aceitar la maquinaria.
Armando Benedetti es quizá el mejor exponente de lo peor de la política colombiana y de un ser humano. No porque no haya otros de igual calaña que le disputen el ‘honroso’ título, dentro y fuera del Pacto Histórico, pero reúne una condición que lo diferencia del resto de la pocilga: sabe cómo se tomaron el Palacio de Nariño el 19 de junio de 2022. No hizo parte del M-19, como su subalterno, pero es igual de experto en actos delictivos. La descomposición es inherente al Gobierno. El hedor, la pestilencia, es cada día peor.