El domingo pasado, el presidente, por su irresponsabilidad, levedad y ego, generó una crisis sin precedentes. Nos recordó la fábula del Gato Bandido de Rafael Pombo. Michín, con la altanería de la inmadurez e inexperiencia, absorto en su errado parecer, le dice de manera insolente y retadora a su mamá que se va a volver pateta y que, si alguien se mete a impedirlo, pues en el acto morirá.

La palabra “pateta” hace referencia a un fanfarrón, presumido, altanero, inflexible, terco y con una actitud agresiva y arrogante. Un majadero que hace o quiere hacer lo que le venga en gana.

Por otro lado, el significado de la expresión “en el acto morirá” alude a que no importan los hechos, ni las opiniones de los demás; simplemente las decisiones se toman, y así estén erradas, se ejecutan, incluso sin importar las consecuencias.

Así, una vez tomada la decisión, errada y perversa, contra viento y marea, que mueran Sansón y los filisteos, la economía, las relaciones internacionales y todo lo demás. Lo importante es generar opinión política y defender la trasnochada ideología de izquierda y el antimperialismo.

Al final, alguien o algo lo hizo entrar en razón y le salió el tiro por la culata: se lastimó el callo, se chamuscó el bigote y se tronchó el cogote, como el pobre Michín. Así, hallándose solo y vapuleado, vuelve donde la madre, confiesa su gran delito y dice: “¡oh, mamita! Dame palo, ¡pero dame qué comer!”.

Para algunos, el episodio no es generado por la improvisación y falta de preparación, sino por el simple capricho de imponer su voluntad y desconocer las consecuencias de sus actos. Para otros, todo es parte de la estrategia del caos, es decir, la falta de orden y de Estado, donde sus deseos de grandeza e imponer un modelo socialista, al mejor estilo venezolano, se pueden hacer realidad. Dicen los conocedores de su compleja personalidad que esto seguirá repitiéndose una y otra vez, según la coyuntura política.

Todo lo ocurrido obliga a no equivocarnos en 2026. Un buen liderazgo presidencial no solo se fundamenta en ideas políticas adecuadas, conocimiento y preparación, sino también en la personalidad. El mayor defecto de una persona es creerse el sabio iluminado y que el mundo debe girar alrededor de sus caprichos. Cuando estas características las posee el presidente, la suerte de millones de personas está en riesgo. Un desliz, un capricho, un trino y se arma Troya.

Los progresistas y todos los idiotas o ingenuos que lo apoyaron y le votaron pueden justificarse como les venga en gana. Lo evidente, cierto y obvio, era que la presidencia de alguien con esas ideas y, sobre todo, con esa personalidad, estaba destinada a fracasar. No era solamente un tema ideológico. Claro, Petro encarna ideas políticas y económicas de miseria, trasnochadas e inviables, pero lo peor es su personalidad.

Por supuesto que no teníamos los mejores candidatos para la segunda vuelta en 2022. Rodolfo Hernández (QEPD) era un empresario, con defectos y virtudes, pero era el mal menor. Su presidencia no hubiera sido peor que esta. Tratemos de no repetir la historia de 2022 en 2026, pero si se repite, escojamos el mal menor.