“Después de arduas labores de búsqueda de nuestras Fuerzas Militares, hemos encontrado con vida a los 4 niños que habían desaparecido por el accidente aéreo en Guaviare. Una alegría para el país”.
Este fue el tweet que puso el presidente Gustavo Petro, en la tarde del miércoles. Por venir de quien venía el trino mereció credibilidad de los medios de comunicación, que en seguida no solamente anunciaron la noticia sino que iniciaron una labor entre periodística y de novela, para tratar de reconstruir cómo había sido la vida de los niños durante los 17 días que permanecieron en la selva.
Craso error. La primera norma del ejercicio periodístico es desconfiar de todo. Y verificar la información con una fuente diferente a la que la suministró. Nadie hizo eso para verificar el anuncio hecho por el Presidente.
Pero por supuesto la culpa principal de la confusión que armó ese trino es de quien lo puso, al lanzar tal noticia sin verificarla.
Al parecer, el Presidente hizo semejante anuncio al ver un trino del Ministro de Defensa, que resultó ser falso, en el que afirmaba que los niños habían aparecido. De ‘no te lo puedo creer’ que Petro no se haya tomado la molestia de llamar a su ministro para comprobar que él fuera el emisor de ese trino.
Algunos dicen que a Petro le ocurren estas cosas porque gobierna a punta de trinos y dice cosas, en caliente, a través de esa red. Eso puede ser verdad. Pero el problema va más allá. Petro no solo ha metido la pata en las redes. También lo ha hecho en vivo y en directo.
Porque en su rol de opositor se acostumbró a mezclar mentiras con verdades, para atacar al gobernante de turno. Y como presidente siguió en el mismo plan, ya no para atacar, sino para defender sus propuestas.
Quizás la mentira más grosera que ha dicho, fue cuando sostuvo que el sistema de salud de Colombia era uno de los “peores del mundo”, para justificar la necesidad de reformarlo.
Para mala fortuna del Mandatario, a los pocos días de soltar semejante disparate, la Organización Mundial de la Salud dio a conocer el ranking de los sistemas de salud de todo el mundo. En ese escalafón, Colombia aparece en el puesto 23, por encima de Estados Unidos, Canadá, México y todos los demás países del hemisferio americano.
Y como el mal ejemplo cunde, los subalternos de Petro han decidido imitarlo, con lo cual el gobierno se está llenando de Pinochos. Y el Pinocho mayor es el ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, quien se atrevió a poner en duda el aporte que hicieron los médicos y las clínicas durante la pandemia.
“Aquí montaron un negocio con el covid y triplicaron las camas de unidades de cuidados intensivos, ahí estuvo uno de los grandes negocios”, fue la barbaridad que dijo Jaramillo, y que generó rechazo no solo de la comunidad médica sino de todo el país.
Más rápido cae el mentiroso que el cojo, esa es una máxima que el Presidente debía tener muy en cuenta, porque su hábito de andar afirmando cosas sin sustento afecta, quizás de forma irreparable, su credibilidad y su imagen.
Tener un presidente pinocho es terrible para un país y para el propio presidente. Y ya en las redes circula una afirmación que tiende a convertirse en viral: “A los presidentes hay que creerles, siempre y cuando ese presidente no sea Petro”.