Ni el demente-genio Carlos Mayolo que en su genialidad hizo cine negro y publicitó al ‘Monstruo de los mangones’ como producto social, imaginó una película de rumores y sustos como la de hoy. Hemos tenido sustos, digo cuando 18 ultras asesinos secuestraron cuatro aviones estallando dos sobre Nueva York a costo de dos mil quinientos muertos y daños por cien mil millones de dólares, lo ordenó el multimillonario Bin Laden. Pero hoy es un bicho invisible, un bichito el que obliga cerrar París, Nueva York, Madrid y Bogotá, una ficción nunca imaginada. Punto.
Escucho radio, veo Netflix, veo televisión internacional y leo un libro rico: los ligueros de ‘Madame Bovary’. Tiempos duros para el país y para los cortos de billete. Algo fuera de tono: que aparecen espontáneos en micrófono vaciando groseramente a figuras del gobierno o insultando al presidente Duque que (lo dicen varios diplomáticos extranjeros) “gobierna bien y maneja con tino la difícil emergencia”. Mi amiga catalana, hoy en Bogotá, Ana María Segarra, me dijo: “Tenéis un país bellísimo y vital y en medios un tono antigobierno como en Cataluña y Barcelona”, pero flotan preguntas flojas: ¿Cómo así Ministra que no hay jabones ni alcohol en el aeropuerto de Leticia? A esa gilipollez, ténganle paciencia. Otra: Ministra, ¿usted puede garantizarle al país que no habrá especulación con alimentos y medicinas? Eso jamás lo garantiza una ministra seria para 1145 municipios. Al tiempo, aplaudamos al periodismo que denuncia al pillo corrupto con la salud oficial. Punto.
Un exministro aterrizado me decía: la radio y los noticieros deberían cuidarse del locato espontáneo que llama a la emisora y vomita insultos al aire de feo calibre, ejemplo: “¿El pelotudo presidente por qué no suspende este aburrido encierro?”, idiota pregunta. Un sabihondo propuso radialmente que el gobierno expropiara los grandes supermercados para repartir los alimentos al pueblo. Eso lo hizo Chávez, lo imitó Maduro y arrasaron con Venezuela. Punto.
“Está tesa la movida”, me dijo un amigo cartagenero, y “no está el país para chistes flojos ni para tontos escándalos”. Grave la cosa porque el problemón social existe y es descomunal y este encierro condena a la hambruna a miles. Calma micrófonos, enfermo grave, país. Sigo mi encierro en la gratísima y suave compañía de mi pareja Lulita Arango que ama el Netflix, lee, es línea meditación y en dupleta lavamos baños y cocinamos, y nos animamos con una supermúsica, regalo de María Clara Naranjo y la reforzamos con Carlos Vives, La Guantanamera, La Fania, El Trío Matamoros y colorín colorado.