La economía colombiana decreció por primera vez en este siglo, con excepción de la recesión de la pandemia, al registrar el PIB una tasa de crecimiento negativa de -0,3 %. Aunque muchos analistas se han mostrado sorprendidos por este resultado, la verdad es que no es ninguna sorpresa, pues estaba cantado desde hace rato, dado que el objetivo implícito del Banco de la República al subir las tasas de interés era enfriar la economía para controlar la inflación.

Ahora que logró lo primero, sin mucho éxito en lo segundo, no tiene por que haber sorpresas distintas al tamaño del frenazo, pues hay una pequeña diferencia entre un mínimo crecimiento esperado de 0,3 % y un mínimo decrecimiento de -0,3 % obtenido.

Buscando un chivo expiatorio en el gobierno, varios analistas se han concentrado en señalar el desplome de la inversión (que es evidente) como la causa de la caída del PIB, dejando de lado otro factor igual o más importante, que es el frenazo del consumo tanto de los hogares como del gobierno.

En el corto plazo, el crecimiento de la economía depende del comportamiento de la demanda agregada de bienes y servicios, y sobre todo de su principal componente que es el consumo. En el largo plazo, la inversión y los factores de oferta determinan la senda de desarrollo de un país, pero para el análisis coyuntural hay que mirar los factores de la demanda.

Si los hogares compran más, si se incrementan el gasto público o las exportaciones, las empresas van a vender más, para lo cual necesitan producir más, para lo cual necesitan ampliar su capacidad y contratar más trabajadores, que van a tener más ingresos para comprar más, creándose un círculo virtuoso de crecimiento.

El gasto de los hogares y el del gobierno equivalen al 90 % del PIB, siendo el de los hogares el mayor componente al representar el 75 %, por lo tanto, no es de extrañar que cuando el consumo de los hogares crece el PIB lo hace en proporción similar, y cuando disminuye también lo sigue el PIB; para decirlo en términos técnicos, existe una alta correlación en sus variaciones.

Así, en la pandemia el consumo cayó 17,1 % y el PIB 16,9 %; luego se recuperaron juntos hasta un máximo en el segundo trimestre de 2022, para después empezar a frenarse juntos, hasta este último trimestre cuando se tuvieron los resultados mencionados. El coeficiente de correlación entre las dos variables es casi perfecto, 96,7 %.

Por su parte, el monto de la inversión privada y pública solo equivale a un poco menos del 20 % del PIB, y la correlación entre las dos es menor, aunque se mueven con tendencias similares. Así, en la pandemia su caída fue 2,5 veces la del PIB, y en la recuperación del 2021 la inversión creció más del doble que el PIB. En el último trimestre la inversión cae 11 %, pero el PIB solo lo hace 0,3 %.

Este análisis estadístico simple es útil para mostrar que el comportamiento del consumo influye más en el crecimiento de la economía que la misma inversión, pero por supuesto es necesario analizar los factores que han generado la abrupta caída del consumo, y, por lo tanto, el decrecimiento del PIB, para poder definir las políticas que deben adoptarse para evitar que lleguemos a una recesión.