Desde Nuquí, municipio chocoano al norte de la costa Pacífica, arribó Ruth Nibeth Martínez Caizamo a la COP16, para entregar su mensaje, lleno de honestidad y conocimiento. Ella hace parte del proyecto ‘Mujeres, conservando vida: emprendimientos para la proyección de la biodiversidad y el desarrollo sostenible de Chocó’, y es empresaria de turismo, con su posada ecoturística Chachita.

“Nuestro proyecto tiene dos enfoques, uno de conservación y otro de emprendimiento, porque sentimos que la conservación es un instrumento que nos permite visibilizar el territorio, pero también sabemos que solo cuidándolo no va a ser sostenible; por eso le hemos dado un enfoque de emprendimiento, con los recursos naturales del entorno, desde los saberes, la gastronomía, el viche, el aceite de coco y otras actividades del territorio”.

Entre tantas voces poderosas que escuchamos en esta cumbre mundial, que eligió a Cali como su sede, para revisar los planes nacionales de biodiversidad y abordar desafíos globales, Ruth Nibeth nos recordó cómo y en dónde se debe trabajar, si de verdad queremos lograr cambios que perduren en el tiempo.

Su proyecto hace parte de las 111 iniciativas financiadas por el Fondo Fundación WWB Colombia para la Investigación, que entre 2017 y 2023 aportó un millón de dólares en inversión para fomentar la investigación, teniendo en cuenta los contextos, desafíos y oportunidades para las mujeres en Colombia.

Entre los mayores retos de estas iniciativas está lograr un equilibro entre conservación y sostenibilidad. En Nuquí, la pérdida de 18 especies de tortugas, debido a la contaminación, impulsó a la población a trabajar para evitar que ello siga ocurriendo. ¿Cómo hacerlo posible? Con un esfuerzo sostenido, que involucre a la comunidad. Uno de los caminos más seguros es aplicando la investigación-acción participativa (IAP), que promueve el ejercicio de la investigación como herramienta de cambio social, mediante la participación activa de las personas involucradas, en la generación de conocimiento, el diseño del proyecto, la obtención de los datos y las acciones que resultan del proceso. (Fals-Borda, 2015: 320).

Este modelo establece una relación horizontal entre el investigador y las personas de los territorios, que son escuchadas y aportan su saber. Así es posible entender sus necesidades, reconocer sus capacidades y formular soluciones conjuntas.

Volviendo al caso de Nuquí, la conservación de especies en vía de extinción ha movido a la población a plantear procesos que permitan la sostenibilidad del medio ambiente y de la comunidad; tener ingresos y sus necesidades básicas satisfechas. Se han potenciado emprendimientos de la cadena turística, las posadas tradicionales, la gastronomía, lo artesanal, y el liderazgo, permitiendo que la investigación brinde herramientas para mejorarlas condiciones de vida de las mujeres en la ruralidad. Falta mucho por alcanzar allí y en otras regiones del país, ricas en biodiversidad y ausentes de respaldo institucional. Por ello Ruth Nibeth insiste en que las políticas de conservación deben estar ahí, donde realmente se necesitan, con aportes y procesos a largo plazo.

Hoy, cuando intentamos detener el impacto del cambio climático, la pérdida de ecosistemas y salvaguardar a quienes allí habitan, es necesario conectar el conocimiento académico tradicional con el saber de la población. Casos como el de Nuquí se registran a lo largo y ancho del país y nos recuerdan la importancia de trabajar con la comunidad, y de co-construir proyectos innovadores que se difundan, apropien y repliquen. Por ahí se empieza a aportar al cambio. Y se contribuye al bienestar y la sostenibilidad.

*Presidente Fundación WWB Colombia