El primero de mayo, también llamado Día Internacional de los Trabajadores, es un día festivo nacional en la mayor parte de los países del mundo en el que habitualmente se llevan a cabo diversas manifestaciones de los trabajadores y de sus organizaciones sindicales.
Los trabajadores tienen todo el derecho de expresar sus opiniones sobre el tipo de relaciones laborales que deben predominar en las empresas, así como en las entidades del Estado, a nivel nacional, regional y local.
Tienen, igualmente, el derecho de defender a los sindicatos como instituciones fundamentales para la democracia. También todo lo relacionado con la modalidad y calidad de sus empleos, de los salarios que perciben, de sus condiciones sanitarias y facilidades para sus descansos, estudios, actividades culturales y recreacionales. En otras palabras, manifestar públicamente, sin interferencias de poderes estatales, políticos o sociales, su descontento con todos aquellos gobernantes y empresarios que desconozcan sus naturales derechos y deberes democráticos.
Esa libertad, autonomía y pluralidad sindical la tienen que respetar tanto empresarios como gobiernos, sean de derecha, centro o de izquierda, escuchando sus críticas y demandas, sin prevenciones o descalificaciones, procurando siempre, mediante el diálogo social, prontas soluciones a las diversas reivindicaciones de los trabajadores.
De igual manera, tienen el deber democrático de no entrometerse en los asuntos internos de los sindicatos y menos discriminar a sus dirigentes por las opiniones críticas que expresen contra ellos.
Espero que en el caso particular de Colombia, en este Primero de Mayo, los trabajadores y sus organizaciones sindicales puedan expresar sus opiniones críticas y propositivas en temas relacionados con la capacidad adquisitiva de los salarios, la calidad de los empleos así como también en temas importantes para los trabajadores como los servicios relacionados con la salud, la educación, las pensiones y la recreación; la cero tolerancia con la corrupción, el despilfarro, la violencia, la contaminación ambiental , las desigualdades sociales y con la absurda división sindical que desafortunadamente hoy existe en un buen número de empresas públicas o privadas de nuestro país.
Considero que sería muy importante para el futuro democrático de Colombia y la propia estabilidad económica y social de las empresas que, tanto el gobierno nacional, como los regionales y locales, de la mano con los empresarios, establecieran procedimientos en favor del diálogo social, franco y fraterno entre gobierno, empresarios y sindicatos, incluyendo a los que por una u otra razón son críticos de algunas iniciativas de los gobiernos y de los empresarios.
Por mi experiencia tanto sindical como en los asuntos de Estado, esa práctica en favor de la existencia de sindicatos como un derecho democrático de los trabajadores, respetando siempre su autonomía, pluralidad y unidad, lo mismo que la promoción del diálogo social y de relaciones laborales basadas en los principios del respeto recíproco, la fraternidad y cooperación, debería ser la tarea de cualquier gobierno en su relación con los trabajadores y sus organizaciones y no cometer la equivocación de tratar de aprovechar sus diversas protestas y acciones sindicales.