Sobre la base de estas dos preguntas y de la invitación del Señor a aquellos dos discípulos de Juan el Bautista, que les señala al «cordero de Dios», la liturgia de este segundo domingo del tiempo ordinario, nos presenta la ocasión maravillosa de una sencilla y profunda reflexión, transversalizada por la invitación a seguir al Señor, a responderle, tal como lo podemos captar también en la primera lectura, tomada del primer libro de Samuel, llamado por el Señor y cuya respuesta era inmediata, y con pureza de corazón y de cuerpo, como nos los enseña san Pablo, en la segunda lectura de la primera carta a los corintios.
El evangelista Juan ha puesto un interés especial en indicarnos cómo se inició el pequeño grupo de seguidores de Jesús. Todo parece casual. El Bautista se fija en Jesús que pasaba por allí y les dice a los discípulos que lo acompañan: «Este es el Cordero de Dios»: «Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres», nos dice el prefacio segundo del adviento.
Probablemente, los discípulos no le han entendido gran cosa, pero comienzan a «seguir a Jesús». Durante un tiempo, caminan en silencio. Están siguiendo a un desconocido y no saben exactamente por qué ni para qué. Solo por la indicación del Bautista. Jesús rompe el silencio con una pregunta: «¿Qué buscan?» ¿Qué esperan de mí? Más tarde les preguntará, ¿quién dice la gente qué soy Yo? Y, ¿ustedes quién dicen que soy Yo?: a partir de la propia experiencia.
Siguiendo con el relato, fueron, lo vieron y aquel día se quedaron con él. Ese momento pasó a ser para ellos tan decisivo en sus vidas que recuerdan hasta la hora en que ocurrió: eran cerca de las cuatro de la tarde. Los discípulos le dicen: «Maestro, ¿dónde vives?» ¿Cuál es el secreto de tu vida? ¿Qué es vivir para ti? Al parecer, no buscan conocer nuevas doctrinas. Quieren aprender de Jesús un modo diferente de vivir. Quieren vivir como él.
Jesús les responde directamente: «Vengan y lo verán», vivan esta misma experiencia de vida, síganme. Venid a vivir conmigo y descubriréis cómo vivo yo, desde dónde oriento mi vida, a quiénes me dedico, por qué vivo así. Este es el paso decisivo que necesitamos dar hoy para inaugurar una fase nueva en la historia del cristianismo. Venga y lo verán, es seguir a Jesús, es caminar en «sinodalidad» Millones de personas se dicen cristianas, pero no han experimentado un verdadero contacto con Jesús. No saben cómo vivió, ignoran su proyecto. No aprenden nada especial de él.
Mientras tanto, en nuestras Iglesias debemos tener la capacidad para engendrar nuevos creyentes. Nuestra palabra debe resultar atractiva y creíble, y esto es válido para todos los creyentes, no solo para los consagrados. Al parecer, el cristianismo, tal como nosotros lo entendemos y vivimos, interesa cada vez menos. Si alguien se nos acercara a preguntarnos «dónde vivís» «qué hay de interesante en sus vidas», ¿cómo responderíamos?
Es urgente que los cristianos nos reunamos en el día del Señor, y también en grupos y pequeñas comunidades para aprender a vivir al estilo de Jesús, escuchando juntos el evangelio. Él es más atractivo y creíble que todos nosotros. Puede engendrar nuevos seguidores, pues enseña a vivir de manera diferente e interesante.