Ursus arctos horribilis, así es el nombre científico del oso gris u oso grizzly, el más grande de esa variada especie mamífera que habita en el planeta. Al menos lo era hasta principios de este 2024, cuando en Colombia le salió un competidor que le gana, sin la menor duda, en envergadura.
El oso que ha hecho el país con los Juegos Panamericanos, programados para celebrarse en Barranquilla en 2027, sobrepasa con creces las dimensiones del Ursus arctos horribilis. Unas justas a las que la capital del Atlántico, con el aval del Gobierno Nacional, se postuló en 2021, cuya posta le fue entregada en 2023 en Chile y que según todos los involucrados, o casi todos con excepción de la exministra María Isabel Urrutia, tenía los recursos asegurados, se le escapó de las manos al país porque incumplió las fechas de pago.
Esa fue la sorpresita que se les dio a barranquilleros y colombianos casi con las primeras campanadas del Año Nuevo. No se trató, ni mucho menos, de una decisión de última hora o impulsiva tomada por el presidente de Panam Sports, también conocida como la Organización Deportiva Panamericana, que reúne a los Comités Olímpicos de 41 países. La radical determinación obedeció a las reiteradas omisiones de nuestra Nación para atender sus compromisos adquiridos.
¿De quién es la responsabilidad? El peloteo ha sido igual de vergonzoso. Desde quienes estaban a cargo en el gobierno del expresidente Iván Duque, que argumentan que por gallardía dejaron en manos del entrante gobierno de Gustavo Petro las decisiones de la conformación del comité organizador y que hasta ahí llegaban ellos.
Peor aún la sarta de excusas contradictorias de María Isabel Urrutia, la primera ministra del Deporte de Petro, quien dijo inicialmente que la plata no la debía poner la nación, sino las ciudades sede, después argumentó que el Primer Mandatario había mostrado “resistencia” y que mejor invertir esa plata en la paz, y como si no fuera suficiente, ahora asegura que sus redes fueron hackeadas y que están escribiendo cosas que ella nunca ha dicho.
Y está la actual ministra, Astrid Bibiana Rodríguez, con su historia de que envió cartas a Panam Sports para aplazar los pagos porque debía esperarse a enero de este año para poder causar esos recursos. Todo indica que las misivas nunca llegaron a su destinatario o que ella pensó que el silencio era un aval para retrasar esas obligaciones.
En lo que coinciden todos, menos Urrutia, es que la plata siempre ha estado, que los ocho millones de dólares iniciales, pagaderos en dos cuotas, estaban provistos y que definitivamente no es cuestión de financiamiento, sino de ‘gestión’ administrativa…
¡Ah!, y ahora sí, todos se deshacen en argumentos sobre la importancia que tendrían semejantes justas para el desarrollo económico, turístico, social, urbanístico, etc., etc., para Barranquilla, Atlántico y el resto del territorio nacional. ¿El ejemplo? Los Panamericanos de 1974 en Cali, que marcaron un antes y un después en el progreso de la ciudad.
Sea lo que sea, el asunto es que Colombia hoy ya no es la sede de los Juegos Panamericanos del 2027. Y así el Gobierno Nacional, el de Barranquilla y el del Atlántico, además del Comité Olímpico Nacional, guarden la esperanza y saquen toda la artillería diplomática comandada por el sombrío canciller Álvaro Leyva, y se haga el lobby país por país en los 40 que hacen parte de Panam Sports, las posibilidades de que se eche para atrás la decisión es bastante lejana.
Lo único cierto y seguro es que hicimos un Ursus arctos horribilis gigante y vergonzoso, ya fuera por dejadez, porque así lo planeó el actual Gobierno Nacional para ahorrarse esa platica o por esas rencillas políticas incomprensibles que pasan por encima del interés nacional.