Algunos sicólogos consideran que Michael Jackson, más que desear ser ‘blanco’, como afirmaban muchos, en realidad tuvo una sola obsesión toda la vida. Ese sueño lo quiso cumplir cuando ganó mucho dinero: quería parecerse a Peter Pan, uno de los ídolos de su infancia. Si se mira bien, casi lo logró, pues se mandó a confeccionar una nariz que tenía trazo de historieta ilustrada, y una barbilla también irreal, como de muñeco viviente.
“Mi infancia fue infeliz”, dijo para justificar el tener un parque de atracciones en su rancho de California, al que bautizó ‘Neverland’, como en la historia de Pan, la “Tierra de Nunca Jamás”, y en el que se rodeaba de niños, como en una metáfora de los Niños Perdidos que huían del Capitán Garfio, símbolo de maldad.
Quienes conocieron sus lugares más privados, dicen que tenían efigies y pósteres de Peter Pan por todos los lugares, lo cual no descarta ahora una hipótesis de suicidio. Según el mito, Peter Pan rejuvenecía a medida que ganaba años. Es probable que Jackson haya tenido conciencia del deterioro corporal que le podía sobrevenir después de los 50 años, y haya decidido terminar su vida en una edad en la que aún podía sentirse bello y alado como un ángel.
Después de la amarga experiencia, al ser demandado por conducta sexual impropia, decidió radicarse en Barheim, por invitación de un Califa que le entregó siete millones de dólares, con una condición: debía producir un disco para él, una autobiografía y brindarle un concierto. Jackson no cumplió ninguna de estas peticiones y también fue demandado. Vivió un tiempo ahí con sus tres hijos, Prince, Michael I y París. Debbie Rowe, una enfermera que fuera su segunda esposa, expresó a los medios que dos de estos hijos de Jackson fueron concebidos por inseminación artificial, en un banco de semen. Ella pidió la tutoría de los menores cuando Jackson fue a Barheim.
Ahora, empieza otra leyenda, la de los litigios jurídicos por su fortuna. Entre los grandes negocios que hizo en vida, figuró la adquisición de los derechos de autor de la música de Los Beatles, grupo al que admiró, tanto como a Nat King Cole, Jim Brown, Stevie Wonder, Marvin Gaye, Elvis Presley, Chuck Berry, Sam Cooke, Gene Kelly, Marcel Marceau, Whitney Houston, Bárbara Streisand y Johnny Mathis.
Su primer gran éxito se dio con el álbum “Got to Be There”, en 1970, pero fue en 1979 cuando alcanzó un “Grammy” como figura destacada del ‘Rythm & Blues’ con ‘Off the Wall’, el disco que grabó con la CBS, bajo la producción de Quincy Jones.
Michael Jackson era un talento en plena ebullición; a su baile particular, en el que destacaba el famoso paso del ‘moon walk’, como si caminara en cámara lenta por la superficie de la luna, unía la pasión del poeta, la misma que dicta la idea, la canción, el color, la fuerza, con los argumentos del sueño. “Sé siempre para dónde voy, lo que quiero”, expresaba. “Por eso me gusta editar, dirigir, escoger un ángulo, una coreografía, porque sé lo que deseo, exactamente”. En esto quería parecerse al compositor ruso Tchaikovky, de quien admiraba la suite ‘Cascanueces’, donde no encontraba, según su percepción artística, un solo error.