Por: monseñor José Roberto Ospina Leongómez, obispo de Buga.
… Pero el que la pierda la salvará. Esta sentencia de Jesús nos parece absurda, pues pareciera ir en contravía de toda la lógica humana. ¿Cómo que para salvar la vida la tengo que perder?
Miremos las dos partes anteriores de este evangelio de hoy. Jesús comienza haciendo una pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo? Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, o uno de los profetas. Y ustedes, ¿quién dicen que soy? De la respuesta a esta pregunta dependerá mi relación con Él y mi actitud ante la vida.
Y Pedro dice: Tú eres el Mesías. ¿Era este el Mesías que el pueblo estaba esperando? Esperaba un libertador guerrero, alguien como el rey David, que reconstruyera el Reino de Israel. No un carpintero, ni menos que fuera de un pueblo despreciado por la capital, como era Nazaret; ese no podía ser el Mesías.
Pero Jesús continuó: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días…”. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a regañarlo. Pero Él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro: “Ponte detrás de mí, Satanás. Tú piensas como los hombres, no como Dios”.
Aquí hay un momento de quiebre en la historia: si, diciéndome discípulo de Jesús, sigo con los pensamientos y la lógica del mundo, con la lógica humana, me convierto en un satanás, en alguien que estará impidiendo la entrega para servir a los demás, para ayudar a otros, para sacrificarse renunciando a sí mismo por el bien de los demás. “Si el grano de trigo que cae en tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto”.
Y Jesús continuó diciendo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga”. Aquí está el porqué de las siguientes afirmaciones: “porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el evangelio, la salvará”. Si uno no se niega a sí mismo, sino que busca solo su comodidad, su bienestar, el dinero, el poder, el placer, el tener… en una frase: ganar la vida, se pierde; pero si pierde la vida, porque ama, da, perdona, es honrado, veraz, generoso, fiel, etc., salvará su vida. Esta es la realidad del Mesías: dio su vida para salvarnos.
No nos cansemos de amar y hacer el bien. Creamos en esa dinámica de entrega de amor y evitemos ser unos egoístas.