Trump no ganó porque la mayoría de los norteamericanos sean ineptos, insensibles e inmorales, como algunos piensan. Ganó, porque pese a todas las razones personales y políticas existentes para no haberlo reelegido, supo interpretar el sentir de millones de ciudadanos con preocupaciones e intereses que para unos resultan mundanas, sin serlo, mientras Harris levitó sobre propuestas que para muchos eran cósmicas o secundarias.
Los partidos políticos en Estados Unidos tienen diferencias de fondo, pero respetan los principios plasmados en la Constitución de 1787 y en especial, la democracia y el libre mercado. Esas diferencias pareciesen haberse realzado; el Republicano, dando mayor relevancia a la seguridad doméstica y el empleo de los ciudadanos norteamericanos; el Demócrata, a la diversidad y equidad de género, a los derechos de las minorías y el cambio climático.
Fue así como Trump centró su campaña en los desasosiegos del ciudadano promedio, que no son otros que preservar el empleo o recuperarlo, que el salario alcance para el mercado, y que no lo maten, para lo cual prometió frenar la migración ilegal bajo el supuesto de que le quita el trabajo a los norteamericanos e incentiva la inseguridad, al tiempo de proteger el empleo y la producción nacional, encareciendo las importaciones.
Harris se enfocó en el ejercicio de derechos y libertades, en particular los de las mujeres a decidir sobre su cuerpo en materia de aborto convirtiéndolo en bandera de campaña, y a luchar contra el cambio climático, aunque respaldó el fracking. La migración ilegal, la criminalidad y el costo de vida, no descollaron en su programa, asumiendo además, el desgaste de un gobierno que no cumplió las expectativas.
Trump ganó en el voto popular y consiguió la mayoría de los votos del Colegio Electoral. Obtuvo 73,4 millones de votos y Harris 69,1 millones; 4,3 millones de diferencia. Y ganó en la mayoría de los Estados y en los decisorios, logrando 295 de 538 votos electorales. Trump obtuvo 744.930 votos menos que en 2020 y Harris 12,2 millones de votos menos que Biden en 2020, es decir, pese a haber rescatado una campaña perdida, no convenció.
Algunos analistas indican que los de mayor nivel educativo, los que viven en las grandes ciudades, los afroamericanos y las mujeres, votaron principalmente por Kamala Harris. ¿Significa que son más inteligentes y demócratas, sensibles y de mayor estatura moral que los que lo hicieron por Trump? Cuidado. Esa visión, de unos ciudadanos superiores a los que les asiste la razón y otros inferiores y que se equivocan, es errada y peligrosa.
Muchos de quienes votaron por Trump lo consideran un ídolo y no les importa que esté condenado penalmente. Pero, ¿no será que algunos de los que lo hicieron, sin gustarles el magnate, creen genuinamente que él entiende mejor sus preocupaciones? ¿Defender el empleo, que la quincena alcance para el mercado y no lo roben o maten, son intereses deleznables o de menor jerarquía que la discusión sobre el aborto y el cambio climático?
Lo sucedido invita a reflexionar sobre lo que realmente le duele a la mayoría de la gente y no obligatoriamente a unos grupos específicos de población o una élite encumbrada, por legítimas que sean. Si las necesidades básicas no están satisfechas lo demás pasa a un segundo plano, y no porque no importen, pero hay prioridades. El voto es altruista, pero a veces también es miedoso e incluso egoísta; nadie vota en contra de sus intereses y menos si cree están en riesgo. Es humano e instintivo. Eso lo supo leer Trump mejor que Harris.